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Columna
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Humo en la cocina

Acorralado titularon en España a la adaptacin al cine de First Blood de David Morrell, la primera de la serie de John Rambo. Ya saben, el hombre era un héroe pero su país no lo comprendía y al final se ve rodeado por tierra, mar y aire, se salva gracias a que aparece su tutor y lo saca del apuro. El argumento se le viene a uno a la cabeza porque llevamos unos meses en los que tal parece que estemos metidos en el argumento de Rambo. Pero Núñez Feijóo no es un héroe que vuelve de la guerra, incomprendido y rechazado por la sociedad. Al contrario, es alguien que tuvo unos padrinos y oportunidades únicas, hizo carrera política con buenos cargos en la Administración y nada menos que una vicepresidencia en la Xunta. Es evidente que no es un incomprendido entre quienes tienen poder. Pero no es lo mismo estar en la penumbra de un despacho que el timón. Dicen que a todo se aprende si se arremanga uno. Pero mientras tanto se sufre, y el protagonista de esta película está sufriendo.

Cada día una herida: Cabo Touriñán, los libros escolares, el decreto del gallego, el concurso eólico

Contra lo que le prometieron que sería, usando palabras de Federico Trillo, un paseo militar, estos cinco meses no han sido fáciles: la cosa estaba más dura de lo que parecía y el joven aprendiz de brujo está empezando a verse francamente acorralado. Por todas partes conflictos, por todas partes reclamaciones. Los que lo apoyaron le pasan la factura a gritos y están tan ufanos que parece que de un momento a otro empezarán a zarandearlo como le hicieron a los anteriores si no es buen pagador. Y en los lugares donde va metiendo la tijera para cortarle el paño a la gente, ésta se revuelve. Va a parecer el motín de Esquilache.

Visto ahora, su envite fue demasiado fuerte, habiendo ganado unas elecciones por un solo diputado y tras una campaña que deja heridas no se puede pretender ponerlo todo patas arriba como lo está haciendo. Cada día una herida: Cabo Touriñán, los libros escolares, el decreto del gallego, el concurso eólico. Y eso sin contar los problemas domésticos, conselleiros con más sombras que luces, directoras generales que dan mal ejemplo, los nostálgicos coruñeses del franquismo. No hay cocinero que pueda con esta cocina, todos los pucheros hierven al mismo tiempo, la sopa cae por fuera, la empanada se quema en el horno, es para perder los nervios. Y, claro, se pierden.

Ahí queda la foto en el Parlamento del conselleiro de Educación, Jesús Vázquez, dando muestras de muy poca educación. Si el conselleiro se porta así, cómo van a salir los niños. Luego se quejan de que hay botellón. El conselleiro, para justificar lo injustificable, cuando le fue criticado que financie con dinero público a colegios del Opus donde se segrega a niños y niñas, amenazó con represalias: escribiría allí en la picota los nombres de los diputados socialistas que por lo visto mandan a sus hijos a colegios tales. Esperemos que no cite también los nombres de los niños, ya que están en sus manos.

Son los nervios, nadie está preparado para una espiral como ésta. Una cosa es abrir la caja de los truenos y otra cerrarla. Es discutible que un socialista que dice defender la educación pública y la igualdad de sexos escolarice a sus hijos en un colegio privado donde se enseña lo contrario. Incluso creo que es censurable en un diputado o un cargo del PSOE. Pero es una manifestación más de las contradicciones de la vida y de las personas. Desgraciadamente ocurre lo mismo en sus oponentes políticos e ideológicos: hay gente de derechas que dice estar contra el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual y luego viven en pecado, se divorcian a mansalva, abortan cuando les es menester y celebran matrimonios homosexuales. Entiendo igualmente que estos comportamientos son censurables cuando lo hacen diputados o cargos del Partido Popular, que se opone a todo ello. Pero las personas somos contradictorias, algunas nada consecuentes y algunas otras verdaderos cantamañanas.

Feijóo no es Rambo, no es un héroe inadaptado y no es el país el que lo rechaza: es él quien no lo trata con cariño. En realidad, las cosas de la vida son muy sencillas. Feijóo no nos quiere, le tiene antipatía a Galicia y por eso no tiene consideración de los daños que produce en la comunidad. Al final va a ser el carácter, resulta que no es cariñoso. Fraga al menos era sentimental, como Rambo. Pero si esto sigue así, ¿quién salvará al soldado Feijóo?

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