El terror
Hubo un tiempo en que el filósofo Cioran estuvo muy de moda en España, coincidiendo más o menos con el llamado Desencanto. Lo leíamos con la alegría compungida de quien sigue las peripecias de un sublime rompepelotas. Ahora se reedita su primer libro, escrito en 1933, en Transilvania, antes de marchar a Francia y a la fama. Cioran hizo caso de un camarero y tituló la obra En las cimas de la desesperación. Los camareros tienen un olfato especial para detectar a los genios, a los locos y a los pufistas, que a veces son la santísima trinidad. George Steiner, menos paciente que el camarero transilvano, descalabró en The New Yorker a nuestro simpático nihilista: "En la totalidad de las jeremiadas de Cioran hay una facilidad de mal agüero". Creo que alguien ha deslizado alguna cita de Cioran en uno de los innumerables bolsillos de Francisco Camps. Ése sería el origen de su último aforismo: "El PSOE intenta instalar un régimen de terror". En principio, pensé que se trataba de un lapso y que lo que había querido decir el presidente valenciano, después de su resurrección, es que vivíamos en "un régimen de error". Pero no. Todos los medios coinciden. Camps profetizó el advenimiento de un régimen de Terror. Hombre, aterrorizados ya estamos. Aterrorizados de que suelte semejante jeremiada y sus jefes le aplaudan. Aterrorizados por la propagación durante años de un feroz anticatalanismo que ha buscado reventar el Estatut y la convivencia en España. Aterrorizados porque su poderoso partido promueva la desobediencia de las leyes, como ha ocurrido con la Educación para la Ciudadanía y ocurre con la retirada de los símbolos fascistas. Aterrorizados por el esperpento de ver cómo se escurren de los tribunales algunos figurines, jaleados por élites canallas, mientras Baltasar Garzón, un justo, un héroe de la democracia, es conducido en vendeta al patíbulo virtual. Qué error y qué terror.
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