Cuando Genet cambió una vida
La visceralidad en sus denuncias, en la descripción de los cuerpos deseados, en los rostros amados, nunca escondió que para Jean Genet su victoria más codiciada fuera la verbal. Él mismo lo reconoció casi con estas palabras. Sólo bajo esta circunstancia se pueden entender sus dos libros fundamentales en prosa: Diario de un ladrón y Un cautivo enamorado. A los dos los diferencian los asuntos que tratan. Pero los hermana la sintaxis entrecortada, la lógica chocante de los relatos que se interrumpen y se invaden. Si en el primer libro las metáforas de la inmoralidad y el crimen se instrumentan para desnudar las razones burguesas de la existencia (o la inexistencia, que también), en el segundo se ejercita la compasión por el "otro", como denomina Edward W. Said a la experiencia palestina del escritor francés. Si en uno primaba la pulsión erótica y el orgullo trasgresor, en el otro prima la pulsión por comprender urgentemente en aras de la solidaridad.
Juan Goytisolo reúne en Genet en el Raval cuatro textos sobre el escritor. En la 'Nota introductora' explica de qué libros suyos y periódicos fueron extraídos. El volumen se cierra con siete cartas de Jean Genet a Juan Goytisolo. En la misma nota nos dice el autor de Juan sin Tierra: "El recurso a muy diferentes enfoques y prismas permite así al conjunto del libro dar con el común denominador y la singular coherencia de un autor que escapa a toda clasificación literaria y ética. Inútil añadir que mi relación con él cambió felizmente el rumbo de mi vida". Estas palabras definen el espíritu del presente volumen. Recordarnos las constantes estética y ética que definen la obra de Genet, y la deuda, en virtud de esas constantes, que nuestro autor reconoce haber contraído con la obra del autor francés.
De los textos citados, destacaría 'Genet y los palestinos: ambigüedad política y radicalidad poética', un excelente ejercicio de interpretación textual (de Un cautivo enamorado) y, también, un ejercicio de incursión a sí mismo a través de la figura de a quien tanto se debe. Lo destaco tal vez porque aquí es donde se hace diana respecto a la verdadera sustancia genetiana: el estilo, su estilo. No voy a entrar en las valoraciones ideológicas a las que Genet apunta, espinosas y delicadas dado el calado político de las mismas. Aunque no deja de ser encomiable el hecho de que Genet haya optado por entender la causa palestina hablando (y sufriendo con ellos), en vez de hacerlo con sus defensores desde la cómoda Europa, siguiendo el razonamiento del escritor israelí Amos Oz, según el cual él se entiende mejor con los palestinos que con los propalestinos. Quiero hacer referencia aquí a un libro ineludible si se quiere comprender por dentro aspectos inéditos del estilo. Me refiero a Sobre el estilo tardío, de Edward W. Said. El intelectual palestino (fallecido en el año 2003) incluye en esta casi lírica categoría a escritores y músicos. Uno de los escritores es precisamente Jean Genet. El estilo tardío lo define Said como lo que "ocurre si el arte no abdica de sus derechos en favor de la realidad". Es necesario leer los dos textos, el de Goytisolo y el de Said, para captar el verdadero sentido de la operación verbal a la que se entrega casi religiosamente Genet. Goytisolo habla de varios centros narrativos en Un cautivo enamorado. Y Said, sobre el mismo libro, nos convence de que Genet ha instituido en sus páginas el mejor antídoto contra las sensibilidades domesticadas, además de registrar su amor por el "otro" (y más que seguro, amor por sí mismo). Perfecta la definición de Goytisolo cuando hace hincapié en la "escritura desestabilizadora" de Genet en busca de una verdad fragmentada en miles de temas, asociaciones, datos y saberes. El estilo y la realidad se buscan y encuentran en la tristeza ajena, podríamos decir. Juan Goytisolo invoca siempre a Genet en este libro como poeta. Tal vez evocando a Villon, a Rimbaud. Merodeadores del mal expiando los delitos del alma y tal vez del cuerpo. Las cartas que completan este libro confirman al Genet real, el que necesita Nembutal o pide un favor doméstico. Juan Goytisolo nos recuerda en su Genet el dolor de algunas pasiones: el de las palabras y el de los seres marginados.
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