"No sé cómo voy a acabar"
Verdasco se enfrenta hoy a Djokovic y a los dolores en los músculos abdominales y en un pie
Fernando Verdasco recorre el domingo por la noche el camino que separa su hotel del de Rafael Nadal, sube en un ascensor y pregunta por el número tres del tenis mundial: no es una conspiración, sino el reflejo de un problema. Verdasco, que hoy juega contra el serbio Novak Djokovic por un puesto en las semifinales del Abierto de Estados Unidos, que sueña con clasificarse para la Copa de los Maestros, en Londres; que le pregunta al australiano Darren Killer Cahill cuál es el camino, sufre dolores en los músculos abdominales y el pie izquierdo. El madrileño se trata con ácido para endurecer el pólipo que tanto le duele en la planta, ése que crece desde hace meses. Se queda durante horas infinitas en el club de Nueva York para ser tratado por Michael Novotny, fisioterapeuta del circuito, y luego presentarse en el hotel de Nadal, que le presta la máquina con la que él lucha contra la misma dolencia. Sufre, sufre y sufre Verdasco mientras sueña. "Si por él fuera", cuenta José, su padre, todavía sin saber en qué turno jugará su hijo, "elegiría la hora de más calor, cuando haga más sol, cuando sea más duro". Verdasco sufre y quiere compañero de calvario: Djokovic siempre penó bajo el látigo solar.
"Ahora tengo mucho déficit físico y no sé cómo voy a acabar", dice Verdasco; "aguanto como puedo. Me gustaría no tener molestias, pero estoy como estoy y tengo que tirar adelante con lo que tengo". El número diez estudia operarse del pie en Los Ángeles nada más acabar la competición y quiere irse luego, con los puntos aún cerrando la herida, a Las Vegas para hacer pesas con Gil Reyes. Ese plan de acción, ese programa pensado para mantener intactas sus posibilidades de jugar la Copa de los Maestros, fue tenido en cuenta por la federación para hacer la convocatoria de las semifinales de la Copa Davis, que enfrentará entre el 18 y el 20 de septiembre a España e Israel: jugarán Nadal, que la pasada madrugada se enfrentaba el francés Gael Monfils; David Ferrer, Tommy Robredo y Feliciano López. Sorprendentemente, la lista fue anunciada por Francis Roig, el asistente de Albert Costa, el seleccionador. Y, más sorprendentemente aún, en ella no figuraba Juan Carlos Ferrero, espléndido de forma y más que dispuesto a jugar aunque ayer perdió por un triple 3-6 ante el argentino Juan Martín del Potro.
Verdasco no ha tomado la decisión a la ligera. "Si no fuera porque esto es un torneo del Grand Slam, ya estábamos en casa: retirada", confiesa su padre. "Contra [el estadounidense John] Isner se hizo bastante daño. Tuvo un pinchazo en los abdominales. Ahora no le duele sólo al sacar, sino que también le molesta sólo con estar de pie. La herida se va abriendo".
Mientras suben los dolores, Verdasco piensa. Piensa en Las Vegas, adonde acudió a entrenarse diez días antes de que empezara la gira de la pista dura norteamericana. Piensa en Andre Agassi, ganador de ocho títulos grandes, que durante cuatro jornadas bajó a la cancha para jugar con él y asesorarle, planteándole diferentes situaciones de juego y sus soluciones: "No nos cuenta nada de eso", dicen desde su equipo, "porque Agassi es su ídolo y todo lo que le dice se lo queda dentro". Piensa en los cines y las boleras de la ciudad del estado de Nevada, en las palabras de Djokovic -"ha mejorado su juego drásticamente"- y en cómo ya es un tenista maduro, hecho a la gran competición, tras atravesar este año días de morriña que le obligaron a volver a casa en el verano, "de susto" cuando descubrió sangre en su orina por un esfuerzo y de fatiga por haber jugado 45 partidos, más que nunca.
Hoy, Verdasco juega contra Djokovic, su pie y sus abdominales. Tiene explicación para la derrota y material para una tarde épica.
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