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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rebeldes sin causa

El estallido de violencia juvenil en Pozuelo interpela a padres, educadores y autoridades

Ha sorprendido por su virulencia la actuación durante las fiestas de Pozuelo de Alarcón (Madrid) de un nutrido grupo de jóvenes, en buena parte menores de edad, que tras la práctica del botellón arrasaron en la madrugada del domingo las calles de la localidad, incendiaron coches policiales y de vecinos, se enfrentaron a las fuerzas del orden e intentaron asaltar la comisaría de policía.

Los jóvenes que así se comportaron no parece que pertenezcan a una franja social desarraigada ni que formen parte de bandas organizadas. Con toda probabilidad son hijos de familias de clase acomodada que ven horrorizadas cómo sus vástagos recurren a las prácticas más extremas del gamberrismo urbano y hacen mofa de la ley y el orden. Veinte fueron detenidos y puestos a disposición de la autoridad judicial, siete de ellos de la de menores. No deberían sus padres resistirse a asumir la responsabilidad civil subsidiaria por los daños causados al municipio y a sus convecinos si la justicia demuestra la implicación de sus hijos.

El alcalde de Pozuelo se ha apresurado a responsabilizar de lo sucedido a "energúmenos de fuera", algo que suena a excusa, pues se trata de un duro golpe a la imagen del municipio de renta más alta de España. Los responsables de la algarada violenta son, por supuesto, los jóvenes que la protagonizaron, alentados sin duda por el efecto desinhibidor del alcohol. Pero, probablemente la corporación municipal pudo organizar mejor el control del botellón, si es que la reacción descontrolada de los jóvenes se debió a la clausura obligada de la fiesta en pleno apogeo. Quizá habría sido más prudente dejar que se diluyera por sí misma, en lugar de ordenar una dispersión a cargo de la policía de los cientos o miles de jóvenes con copas de más. Las autoridades municipales han hecho esfuerzos, a lo que se ve inútiles, para encauzar la práctica del botellón, sobre todo en Madrid, donde la ley Gallardón de 2002 lo prohibió de forma genérica, aunque lo autorizó con criterio por lo que se ve discutible para las fiestas patronales.

Respecto a los jóvenes, el ministro Gabilondo ha hablado de falta de cultura y educación. En todo caso, padres, educadores y autoridades deberían poner más empeño en desalentar la costumbre ya tan arraigada de consumir masivamente alcohol en la vía pública. Sus nefastas consecuencias están a la vista.

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