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Reportaje:

El Camino pasa por Suráfrica

Un peregrino de Ciudad del Cabo pide licencia para abrir un albergue en Paradela

"En Galicia hay mucha burrocracia", dice Gordon Stewart Bell con su acento rotundo y cargado de erres, "muchas normativas. Demasiadas". Demasiadas es una de las palabras que más usa, y una de las que mejor pronuncia este peregrino surafricano, de Ciudad del Cabo, que a los 64 años ("demasiados") ha decidido dejar su tierra y todo lo demás para hacerse hospitalero.

Ahora tramita la apertura de un albergue, de momento, este año, sólo para ocho peregrinos, que en el Xacobeo 2010, si le dan licencia, se convertirán en 14. "Aquí todo son exigencias. En el resto del Camino no está todo tan regulado", explica. La Xunta marca unas medidas mínimas para los albergues privados: "Tres metros cuadrados útiles por peregrino; un baño para cada 15 personas; literas de dos alturas con somieres y colchones de 95 centímetros de ancho".

"Como no hay dinero para irse a Canarias o a México, se vienen aquí"
"Hasta las siete, puerta cerrada. Más temprano todo el monte es tenebroso"

Gordon se jubiló anticipadamente en 2001 al sufrir una apoplejía. Durante el tiempo que tuvo que echar en cama, cayó en sus manos un libro "muy bueno" sobre el Camino. Al año siguiente, recuperado y en compañía de su hijo, recorrió andando la ruta francesa desde los Pirineos hasta Santiago, y después siguió hasta Fisterra. Quedó poseído, como tantos, por el espíritu xacobeo, y en 2004 repitió la experiencia, con su mujer, desde León. Fue entonces cuando decidió comprarse una casa en Galicia. Y en 2005, con la idea de encontrarla, volvió de Ciudad del Cabo y anduvo la misma senda desde Sarria dos veces, en enero y en mayo. "Al pasar por Paradela me encontré con esta vivienda, que tenía un letrero de se vende", cuenta. Era la magnífica casa Mazaira, en el lugar de Vilachá, parroquia de As Cortes, que estaba "toda en ruinas". Sólo en retirar la basura y los escombros que había dentro, el peregrino tardó dos semanas.

"Me costó demasiado la casa", recuerda, "fueron 50.000 euros. Y luego tuve que poner otros 100.000 para arreglarla". Ahora, los de Vilachá (17 casas abiertas, unas 30 almas) le han cambiado el nombre a la finca: de Mazaira ha pasado a llamarse Bandeiras porque sobre el gran portalón de entrada Gordon ha colgado las de España, Suráfrica y Galicia.

Desde el principio, el nuevo propietario abrió su casa a todos los peregrinos. Les invita a sentarse a la mesa que tiene en el patio y les ofrece un refresco. Hay una cestita en la que casi todos dejan un euro, "la voluntad". Pero en este tiempo también ha habido algún caminante que en vez de rascarse los bolsillos ha preferido llenárselos, dejando vacía la cesta en un descuido.

Cuando al fin, en los próximos meses, inaugure el albergue, todavía no sabe si va a cobrar algo por la estancia. "No busco dinero", asegura. "No quiero hacer negocio con los turistas. Sólo me interesan los peregrinos. El problema del Camino Francés en Galicia es que está contaminado por el turismo y los intereses. Es muy comercial. Lo de Santiago es demasiado, pero es que este año ya es demasiado todo. No me gusta. Demasiada gente por culpa de la crisis. Como no hay dinero para ir a Canarias o México, se vienen aquí". "Está viniendo mucha gente, familias enteras sin dinero", sigue explicando Gordon: "Un amigo que tiene un bar en Sarria me cuenta que le piden un menú del día para repartir entre tres".

Salvo por la masificación que padece y padecerá el año que viene la ruta xacobea, Gordon Bell no tiene más que halagos para este país: "Me gusta mucho Galicia. Es como Ciudad del Cabo, lo único verde y húmedo que tenemos en Suráfrica. Y me gustan mis vecinos. Son todos buenos, amables y generosos. Yo también les ayudo, hago un poco de agricultor, pero luego ellos me dan de todo. Todas las verduras del mundo. Y muchos huevos... No tengo que comprar nada". Cuando arrecie el invierno, y con el albergue ya estrenado "pero sin calefacción", como no le gusta estar solo cuando hace frío, echará el cerrojo y se irá a pasar unos meses a Suráfrica. Después de hacer el Camino por primera vez, publicó un libro sobre el viaje y desde entonces, en su tierra, está considerado una autoridad en la materia. Ahora, "tres o cuatro veces al año", viaja allá, invitado por la Confraternidad de Santiago de Ciudad del Cabo, para pronunciar conferencias e impartir cursos.

En sus ausencias, Carmen y Juan, sus mejores amigos en Vilachá, cuidan la casa. "Es un hombre estupendo", alaba ella, "y ¡ay qué coño!, sabe los lenguajes todos". Gordon Bell, de antepasados escoceses, comprende mejor el habla de sus vecinos de la parroquia que la de los peregrinos españoles que pasan por la aldea. Necesita que le hablen despacio en castellano, pero habla zulú, xhosa y cinco idiomas más. Al estilo de Resti, el mítico hospitalero de Castrojeriz (Burgos), planea ponerles música clásica a sus peregrinos por la mañana. Y no va a permitir que madruguen mucho: "Hasta las siete, puerta cerrada. ¿Qué es eso de levantarse a las cinco y echarse a andar, como hacen ahora tantos, cuando todo el monte es tenebroso?".

Gordon Stewart Bell, ayer en el portal de su Casa das Bandeiras, en Vilachá das Cortes, con un peregrino de Budapest.
Gordon Stewart Bell, ayer en el portal de su Casa das Bandeiras, en Vilachá das Cortes, con un peregrino de Budapest.XOSÉ MARRA

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