_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Recuerdos de postal

Entre las numerosas especies comunicativas extinguidas con el adviento de Internet y la telefonía móvil hay una que era todo un clásico del final del verano: las postales. Junto a las notificaciones bancarias y los recibos del agua y la luz, los buzones abandonados durante el mes de agosto custodiaban esas pequeñas joyas de colores encendidos que parecían no querer jubilar nunca al veraneo. Se trataba de textos breves, pues el espacio a disposición no daba para mucho, visto que la mitad se la llevaba la dirección del destinatario. El texto más común era "Recuerdos desde...", seguido por la localidad en la que presuntamente había estado el comunicante, más o menos envidiable según lo exótico del lugar desde el que escribía. Los protocolos de privacidad que tanto habrían de preocupar en la época siguiente eran olímpicamente ignorados por este sistema de mensajería. El texto quedaba expuesto a la lectura tanto del cartero como de la portera y de los vecinos, caso de que el envío recalara en el buzón equivocado, pero esto carecía de toda importancia, pues el remitente no pretendía participar ninguna noticia concreta, cuanto comunicar un estado de dicha, y para evocarlo ahí estaba el paraíso satinado del reverso, falso -pronto la expresión "paisaje de postal" sería sinónimo de artificiosidad- pero indefectiblemente deseable. Enviar postales era una actividad que requería disciplina. Por las tardes, en los cafés, era frecuente encontrarse con el veraneante diligentemente entregado a ella, pluma y agenda en ristre. Luego aún le quedaba franquear y echar al correo, una secuencia que fácilmente podía fallar en alguno de sus eslabones.

Pero la característica de las postales que más las alejaba de las actuales formas de comunicación era, sin duda, su atemporalidad. Los "recuerdos" del comunicante llegaban desde una condición ociosa, más que desde un momento concreto, algo poco comprensible en la era online. Las postales remitían a un veraneo en diferido, que se consumía a posteriori, a las puertas de la rutina invernal: de ahí la nostalgia que producían. La digitalización ha acabado con eso. Las fotos del verano se miran hoy por pantalla a los pocos segundos de haberse captado, quedando a partir de ahí listas para el olvido. De manera que tampoco los "recuerdos" de las vacaciones son lo que fueron.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_