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Revuelta irmandiña en casa de la duquesa de Alba

Moeche rememora la toma del castillo recién rehabilitado

Moeche, siglo XV. En plena Edad Media, famélicos y exhaustos, un grupo de campesinos desafió al poder feudal que los esclavizaba apropiándose de sus cosechas y sumando tributos. El castillo de Nuño Freire de Andrade, O Malo, fue pasto de las llamas y de la ira de centenares de plebeyos armados con sachos, reclutados entre Ferrol y As Mariñas para acabar con la tiranía de los Andrade. El fortín de Moeche fue el escenario de la primera y efímera victoria de la Revolta Irmandiña. Corría el año 1431.

Este domingo, de madrugada, cinco siglos y 78 años después, otra turba humana animada por la cerveza y provista de antorchas tomó el castillo al asalto para rescatar aquel espíritu "irmandiño". Como cada año, desde 1980, los vecinos de Moeche reviven "muy orgullosos" este episodio de su historia. Pasada la medianoche, cogen las antorchas y "prenden" fuego al castillo. La pirotecnia hace el resto. El castillo modestino, en obras desde 2001, reabrió sus puertas el pasado lunes justo a tiempo para el asalto. El festival llegó el sábado a su XXX edición "en plena forma" pese "al maltrato de las instituciones que siguen racaneando ayudas", denuncia la organización.

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15 socios y aún menos ayudas

La pradera que linda con el fortín vibró al ritmo de Saraibas. Esta formación ya abrió el primer festival hace tres décadas. El sábado volvió a reinar en el escenario después de un lustro alejada de las tablas, esta vez con el refuerzo de los músicos de Balakandra. "En su día fueron revolucionarios, con letras atrevidas y comprometidas" explica Mariña Canosa. "Conseguimos que volvieran al escenario", presume.

Saraibas se llevó la primera ovación de la noche de un festival para todos los públicos que rezuma nacionalismo en tierras gobernadas por el PP, pero que no se casa con nadie. "Este no es un festival político, ni de Estrella ni de Pepsi" asegura una de las responsables de la organización. "No tiene ánimo del lucro, es de la gente y el pueblo se implica".

Sentadas en sillas de playa, cinco mujeres de cierta edad se balancean al son de la gaita y se abrigan con mantas. Hay niños pequeños y sillitas de bebé con sus inquilinos durmiendo dentro y tiendas de campaña por doquier. Matrimonios de sexagenarios sentados en colchas mezclados con pandillas de jóvenes que bailan junto a barriles de kalimotxo, y el ex alcalde de Fene Xosé María Rivera Arnoso (BNG), camuflado entre el jolgorio.

Algunos festejaban en la barra su debut en las competiciones "irmandiñas" de levantamiento de alpacas de paja y carreras de sacos para cuatro que se celebraron por la tarde, con sardiñada incluida. Los ourensanos Lamatumbá pusieron a los "irmandiños" a danzar en una madrugada fría que calentó el quinteto virtuoso de Bellón y Maceiras, y los acordes potentes de los aragoneses Mallacán.

En el interior del castillo, propiedad de la duquesa de Alba y cedido temporalmente al ayuntamiento, se exhiben carteles y fotos que resumen los treinta años del Festival Irmandiño. "Que el castillo sea de esa señora no nos gusta ni un pelo" comentan en la taberna quienes critican la lentitud de unos trabajos de rehabilitación con fondos públicos que consumieron casi una década. Dentro de 27 años, la fortaleza volverá a manos de la Casa de Alba completamente remozada. Desde su reapertura, desfilan los turistas de lunes a domingo y animan la economía de las dos tabernas que guardan el palacete medieval de los Andrade.

El castillo inspiró un cómic ambientado en las revueltas bautizado como "Os lobos de Moeche". Por alimentar la leyenda de los modestinos, Manuel Cráneo, ofició como pregonero irmandiño el domingo.

GABRIEL TIZÓN

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