Un amor no correspondido
Hace ahora un lustro, Woody Allen decidía cambiar sus habituales escenarios de Manhattan para embarcarse en una trilogía londinense que se tradujo en tres títulos consecutivos: Match Point, Scoop y El sueño de Cassandra, estrenadas entre 2005 y 2007. El cineasta americano se dejaba fascinar por la estética del nuevo Londres -la Tate Modern, el puente del Milenio, los lofts más exclusivos a orillas del Támesis- y por aquellos enclaves que son bastión de los privilegiados y poderosos, como la City presidida por el Gherkin, ese pepinillo acristalado de Norman Foster, o el lujo y el pijerío de Mayfair. Allen se confesaba entonces rendido ante una urbe de la que incluso llegó a alabar su caprichosa climatología ("el tiempo en Londres, gris y frío, es perfecto para mí"), una declaración de amor en realidad no correspondida. A diferencia de España, los estrenos de sus películas suelen dilatarse durante meses, cuando no años como fue el caso de La maldición del escorpión de jade, porque el gancho comercial del director estadounidense en el Reino Unido está bajo mínimos desde hace más de una década. Crítica y público, nostálgicos de los tiempos de Annie Hall, coinciden en sentenciar que su genio se apagó hace ya mucho tiempo.
El lanzamiento de Match Point, con el aliciente promocional que entrañaba para la ciudad, constituyó una rara excepción. Se exhibió en las salas controladas por las grandes distribuidoras, aunque la publicidad eludiera toda mención al sello de autor para centrarse en la estrella del reparto, Scarlett Johansson, y en los tintes de thriller que adquiere la trama. Si la acogida de la crítica no fue especialmente favorable (de nuevo en contraste con el éxito que tuvo la cinta en el mercado español), los británicos decidieron ignorar olímpicamente las otras dos sucesivas propuestas de Allen rodadas en la capital británica.
A los cinéfilos de Barcelona les entusiasmó que el cineasta eligiera sus calles para filmar una película. En Londres, tan sólo suscita curiosidad la presencia este verano de Anthony Hopkins y Antonio Banderas, a las órdenes del cineasta en su cuarto filme londinense. Paradójicamente, el entusiasmo que la Ciudad Condal profesa a Allen se diluyó con Vicky Cristina Barcelona, considerada en general un panfleto de postal del que sólo se salva Penélope Cruz. Mientras que los londinenses se rendían, por una sola vez, ante ese sesgo irreal y folclórico español del que, al parecer, todavía siguen siendo tan adeptos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.