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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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El oro, el moro, la poesía y la envidia

- "Un club pequeño de mentalidad pequeña". Alex Ferguson, técnico del Manchester United sobre el Manchester City.

El Manchester City es hoy a la Liga inglesa lo que el Real Madrid a la española. Sus macroinversiones en jugadores nuevos han generado interés, polémica, expectativa y rabia; se le acusa de arrogancia e irresponsabilidad; los que no están con él le desean todo lo peor. Lo cual nos da la medida del abismo que, de repente, separa la Premier League de la Liga en cuanto a glamour. No sólo porque el City no posee ni de cerca el historial del Madrid, sino por la calidad de los jugadores en los que cada uno ha invertido sus millones este verano. Florentino Pérez, el presidente del Madrid, es un muerto de hambre comparado con el jeque Mansour bin Zayed al Nahyan, dueño del City, pero el club español ha gastado más del doble en fichajes que el inglés. Y no porque el hombre más rico de Abu Dabi no hubiera querido fichar a los más caros, sino porque no ha podido.

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Si se le hubiera ofrecido la posibilidad de fichar a Kaká y Cristiano Ronaldo, lo habría hecho sin parpadear. Pero se tuvo que conformar con Adebayor, procedente del Arsenal, y Tévez, del Manchester United. Esto nos lleva a una pequeña reflexión sobre el eterno tópico del peseterismo de los jugadores, sobre la insistencia de muchos en creer que son todos unos mercenarios desalmados. Kaká podría haber ganado más dinero en caso de haberse dejado seducir por el canto de sirena del City; a Eto'o también le ofrecieron el oro y el moro. Pero Kaká optó por el Madrid porque es un club que destila poesía y Eto'o cambió el Barcelona por el Inter por la misma razón. Algo de alma sí tienen los jugadores.

La gran pregunta en Inglaterra respecto al City en este comienzo de temporada, como en España respecto al Madrid, es si los resultados estarán a la altura de las inversiones. Arriesgarse a responder a la pregunta sería una frivolidad, pero lo que sí podemos afirmar es que el fútbol del City no va a ser ninguna delicia. La suerte de su entrenador, Mark Hughes (además del sorprendente hecho de que Mansour no le despidiera la temporada pasada, en la que el club no hizo nada), es que la afición no le va a pedir buen fútbol. Al Madrid de Florentino Pérez se le exigirá todo, pero al City sólo se le pedirá ganar. De poesía, una vez más, nada.

Es posible que el City no defraude. Su gran debilidad la temporada pasada, la primera de Mansour, fue que se defendía mal y siempre perdía fuera de casa. Esta misma semana, el City jugó un partido amistoso (el Trofeo Gamper) contra el Barcelona en el Camp Nou y ganó por 0-1. El Barça, indiscutiblemente el mejor equipo del mundo, no tuvo a todas sus figuras sobre el campo. Pero en el City tampoco jugaron Adebayor, un delantero centro con potencial para convertirse en uno de los grandes, ni el ex madridista Robinho. Ganaron de la misma manera que casi lo hizo el Chelsea contra el Barça en la Liga de Campeones la temporada pasada: defendiéndose con organización y solidez y marcando al contraataque. Bonito el Barça, compacto el City. Lo cual es digno de respetar en un equipo que se está rearmando, lleno de jugadores nuevos.

Está claro que el modelo que va a seguir Hughes será el del Chelsea. Tanto el dueño ruso del Chelsea, Roman Abrámovich, como el dueño árabe del Chelsea sueñan con tener equipos que jueguen al mejor estilo español. En los seis años que Abrámovich lleva con el Chelsea, el club londinense ha optado por el pragmatismo. Le ha dado grandes resultados. Ahora, con su nuevo entrenador, Carlo Ancelotti, recién llegado del Milan, aspira a dar espectáculo también. El City, en fase de construcción, todavía no se puede permitir semejantes lujos. Acabar la temporada entre los primeros cuatro es lo que pretende. Poca cosa comparado con la gloria a la que aspira el Real Madrid. Pero, si, además de eso, el City acaba por encima del eterno rival, al que envidia a muerte, el Manchester United, la afición del club pequeño de la gran ciudad del Norte de Inglaterra lo celebrará como si hubiese ganado el triplete, la Copa del Mundo y la Tercera Guerra Mundial.

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