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Reportaje:DIAS DE DIVERSIÓN

"¿Podemos llevárnoslo a casa?"

El Circo Mundial abre sus puertas para enseñar cómo viven los animales

Muchos aspirantes a domadores de elefantes, de caballos o trapecistas visitaron ayer el Circo Mundial. Niños y no tan niños aprovecharon la jornada de puertas abiertas para ver de cerca a los animales y a los artistas que cada tarden saltan a la pista buscando el tópico más difícil todavía. El oso Tima, capaz de sentarse, saludar y tocar la trompeta, fue el que más miradas concentró. "Papá, ¿podemos llevárnoslo a casa?"

Si Kevin, de tres años, le pedía a su padre adoptar como mascota a un oso que puede llegar a vivir 50 años y medir dos metros, Aketza, de cuatro, tampoco se quedaba corto. Por los nervios no era capaz ni de pronunciar su nombre, pero para decir el de su animal preferido ni titubeó: "El elefante".

122 personas de 21 países trabajan para que el espectáculo salte a la pista

Con esta jornada de puertas abiertas, el director del Circo, José María González, quería enseñar cómo y en qué condiciones viven los animales. Para instalarse en una ciudad deben presentar multitud de documentos que avalen que todos los artistas están dados de alta en la Seguridad Social y tienen permiso de trabajo. Y para los animales, las cartillas del veterinario correspondientes y los permisos para mover a elefantes, osos o caballos de un lado a otro del país. "Aún así, el Ayuntamiento no da el permiso definitivo hasta que los veterinarios no hacen una revisión in situ y un arquitecto municipal y uno privado informan sobre las instalaciones".

Todo para crear un espectáculo que podría pasar por sede de la ONU: 122 trabajadores entre artistas, administrativos, empleados de mantenimiento y conductores de 21 países.

Lo de trabajar en el circo va escrito en el ADN. Lo normal es aprender el oficio de los padres, de los abuelos. Marisa es la primera mujer que ha conseguido hacer un triple salto mortal en el trampolín. Hace 30 años nació en un circo, a los seis ya participaba en el espectáculo, junto con su padre, acróbata sobre caballo, o su tío. Pero no fue hasta que se casó con Salve, de 34 años, cuando se propuso hacer lo que siempre había querido, con lo que soñaba desde pequeña: "Saltar en el trampolín", un número que "las mujeres ni siquiera intentan hacer". Su marido desvela el truco: "Lo importante es querer hacerlo. Si es tu meta y entrenas, al final siempre sale".

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Las horas de esfuerzo físico o ante un espejo ensayando un número se convierten en una contrarreloj de 365 días en las que se atraviesa España de punta a punta o incluso parte de Europa. Todo con el objetivo de que quienes entren en la carpa a ver la función dsifruten y sueñen con ser domadores o trapecistas.

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