Cada siete años se arma la gorda

Siete años es mucho tiempo. Sobre todo si es el espacio transcurrido entre una y otra celebración de la fiesta. Por eso, tal vez, en Aras de los Olmos (Valencia) utilizan la gráfica denominación de "fiestas gordas". Y cada septenio, cuando la patrona, Santa Catalina, mora durante un mes entre ellos, se vuelcan. La santa habitualmente permanece en su ermita de la muela de Santa Catalina, el lugar donde fue hallada, a seis kilómetros de la localidad.

Y por eso también, posiblemente, no se conforman con representar una vez su tradicional Entramoro, sino que lo hacen en dos ocasiones, el viernes 28 de agosto y el domingo 30. De este Entramoro no existen demasiados datos escritos, aunque la tradición oral y los testimonios de los más ancianos fijan en, al menos, dos siglos atrás la promesa de bajar a la santa cada siete años. Aunque en algunas ocasiones excepcionales, como en casos de sequía extrema, también se ha recurrido a ella y se la ha ido a buscar.

La celebración refleja los seculares enfrentamientos entre moros y cristianos, no olvidemos que desde estas costas mediterráneas partieron hace 400 años cientos de miles de moriscos, en cumplimiento del decreto dictado por Felipe III, quedando muchas comarcas valencianas prácticamente deshabitadas. "Los cristianos van guardando a la santa y los moros asaltan la procesión", nos decía en el Entramoro anterior el entonces alcalde, Manuel Cubil. "Pero poquitos ¿eh?". Así es: el bando cristiano tiene seis integrantes, mientras que el musulmán cuenta con uno menos, ambos con sus pajes correspondientes.

Arcos de madera

Lo que durante siglos fuera sangre y espada -pero también convivencia, mestizaje y enriquecimiento mutuo- es ahora una representación popular en la que interviene un ángel providencial, quien, junto con santa Catalina, decanta el resultado del lado de la cruz. Pero antes han tenido lugar tres enfrentamientos con resultados alternativos, en espacios adornados por arcos de madera cubiertos con ramas de sabina y flores.

El Entramoro culmina con el abrazo entre el rey moro, Alí, y don Juan, el rey cristiano. Tras la segunda escenificación, el domingo 30 de agosto, al atardecer, se lleva a cabo la romería de regreso a la ermita de la patrona, acompañada por todo el pueblo y, naturalmente, por los integrantes del Entramoro. Tanto moros como cristianos que cabalgan juntos hasta el altar de la patrona.

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