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Entrevista:Larry David | EN PORTADA | Entrevista

Lo mejor de la vida son los malentendidos

"Chófer, reparador de televisores, dependiente, taxista y vendedor de sujetadores. Larry David tocó todos los palos de la baraja antes de convertirse en, probablemente, el cómico más célebre de Estados Unidos y, seguramente, en el más rico. Su legendario show, Seinfeld, le ha proporcionado -sólo con la venta de DVD- más de doscientos millones de dólares, y la reposición de la serie en cadenas locales estadounidenses sigue llenando de ceros su cuenta corriente año tras año.

David (Brooklyn, Nueva York, 1947) empezó su carrera como comediante en algunos pequeños clubes dedicados a la improvisación en su ciudad natal. "No estaba muy contento con mi vida, así que empecé a tomar clases de actuación pero aquello tampoco me gustaba demasiado. Bueno, una noche fuimos al Improv Comedy Club, en Nueva York. Vi el show y dije: 'Dios, soy mejor que este tipo, mucho más gracioso', así que fui a ver al dueño del club, un tal Bud Freeman y le pregunté: '¿Puedo salir?'. Él me respondió: "¿Quién coño eres?, ¿alguna vez has hecho esto antes?". Yo le dije que no, pero que era mucho más gracioso que aquel tipo que tenía allí hablando. Él no se dio por vencido y me espetó que tenía que hacer un casting. Afortunadamente y a pesar de mi insistencia me prohibió salir..., la primera vez que lo hice fue un desastre. En fin, al cabo de un tiempo de rondar por pequeños clubes y hacer el ridículo de forma destacada durante unos meses conseguí construir algo más o menos sólido y así fue como arranqué".

"Estoy empezando a fundirme en mi personaje. Ahora puedo hacer cosas de mi personaje con mucha más frecuencia"
"Todo empieza con una idea, y todo gira en torno a cómo puedo conectar esa idea con otras y hasta crear una historia"
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El neoyorquino no es especialmente simpático y su alergia a la prensa es sumamente conocida, pero, quizás para celebrar la séptima temporada de su serie en HBO, Curb your enthusiasm, que incluye la ansiada reunión del reparto original de Seinfeld, accede a conceder un par de entrevistas para la prensa internacional.

Curb your enthusiasm (modera tu entusiasmo) no es un título escogido al azar sino un fiel reflejo de la filosofía davidiana: "Me encanta esa frase. Seamos sinceros, ¿a quién le gustan los entusiastas? Especialmente cuando uno se siente miserable. Cuando preguntas a alguien cómo estás, ¿quién quiere oír 'fabuloso, excelente, maravilloso'? Nadie, lo que quieres oír es: 'Bueno, voy tirando, no estoy del todo mal'. ¡Eso es lo quieres oír!".

El auténtico Larry David viste como el Larry David de Curb, pero este último es sólo un personaje inventado por el humorista para llevar al límite sus innumerables manías. David interpreta a una versión acelerada y sin tapujos de sí mismo, capaz de, literalmente, cualquier cosa. "Es cierto, yo no soy yo, pero también voy a decirte algo: estoy empezando a fundirme con mi personaje a medida que pasan los años y ahora puedo hacer esa clase de cosas con mucha más frecuencia". David está sentado en una habitación de un hotel de Los Ángeles, y por su posición en la silla podría pensarse que se ha caído del piso de arriba, mastica chicle con devoción y calza zapatillas deportivas (una de las obsesiones de su personaje, como lo era de Jerry Seinfeld en la serie que llevaba su nombre). Con "esa clase de cosas" se refiere a las locuras y desplantes que su álter ego acomete en Curb: "Mi personaje es un tipo que no tiene nada de malvado, más bien se guía por una extraña clase de sinceridad. Es alguien a quien le importan un pito las convenciones sociales que preocupan al resto, no es un mal tipo o un polemista, es alguien que expresa su opinión en voz alta. Por ejemplo, en el show encuentro a mi médico y me doy cuenta de que es gay, así que se lo digo "no sabía que eras gay", naturalmente él se lo toma muy mal. Eso es algo que yo no haría jamás en la vida real, pero ¿y qué si lo hiciera? Me da igual que sea gay, sólo expreso mi sorpresa. Déjame ponerte otro ejemplo: digamos que te invitan a una cena y yo decido preguntar: ¿quién va a estar allí? Es decir, ¿por qué no puedo preguntar quién va a ir? Sé que está mal visto, pero ¿por qué debo estar seis horas sentado junto a alguien que no conozco o a quien quizás conozca pero no soporto? ¿Quién quiere acudir a una cena de ese tipo? ¡No pienso ir a ese sitio si no sé quien va a estar conmigo! Me niego".

La mala leche de ambos David (el de verdad y el de Curb) es antológica. Cuando en 2007 el primero, el de verdad, se separó de su mujer, una consultora medioambiental afirmó: "Lo primero que ha hecho después de firmar los papeles del divorcio ha sido ir a destrozar el jardín". Pero entre los dos gemelos hay diferencias: "Hay cosas que yo nunca haría y que mi personaje hace sin pestañear, pero a pesar de ello la gente puede sentirse identificada con las cosas que hace mi personaje..., a veces hay personas que se me acercan por la calle y me dicen: 'Mi marido es como tú' o 'soy como tú'. Creo que el éxito del show se debe a que mucha gente puede sentirse identificada con lo que se cuenta, porque están cansados de no poder decir en voz alta lo piensan".

"¿Y en España?, ¿cómo ha ido Curb allí?", suelta David en un momento de la entrevista. Cuando se entera de que se emitió a altas horas de la madrugada y doblada, no parece muy contento: "Gracias por las buenas noticias, ¿por qué demonios tenéis que doblarlo todo?". Para el espectador inglés o estadounidense es un rostro familiar, un representante genuino del humor judío con el sello de la Costa Este. Su ascendencia sobre el mundo de la comedia en el universo anglosajón es gigantesca y puede vérsele en espacios tan populares como Saturday Night Live o 30 Rock. Dos pruebas: antes de esta entrevista un renacido Ted Danson (al que ahora se puede ver en series como Damages o la propia Curb y que en octubre estrenará Bored to death en la propia HBO) se ha acercado al periodista y le ha dado unas indicaciones: "¿Vas a entrevistar a Larry David, verdad? Dile que es el tío más vago del planeta. Yo lo llamo Larry el Okupa". Danson, íntimo amigo de David, debe su vuelta al ojo público -a sus 61 años- al empecinamiento de éste por borrar la imagen blanda que arrastraba desde aquel lejano romance con Whoopy Goldberg iniciado con Made in América en 1993. Más tarde, otro actor y comediante, Robin Williams, entrará en plena entrevista y le dará un abrazo a David, quien se interesará por su corazón y que recibe como respuesta un: "Mi nuevo corazón funciona mucho mejor que el anterior" (a Williams le han hecho recientemente una operación a corazón abierto y vuelve a la carga a finales de año). A pesar de ello el creador de Seinfeld no tiene ningún interés en las preguntas que abordan la actualidad y los derroteros de la comedia, y las torea con un "no tengo ni idea", "no lo sé" o "no soy un experto en la materia"; como tampoco se muestra interesado en hilvanar discurso alguno en torno a su papel como renovador del género a lo largo de las últimas dos décadas.

David tamborilea los dedos sobre la mesa o esboza esa extraña sonrisa que resultará tan familiar a los seguidores de la serie y se antoja extremadamente difícil sacarle tres frases seguidas sobre el secreto de su éxito: "No lo sé, cuando haces que alguien se ría, eso es comedia. No tengo una respuesta para esas preguntas teóricas sobre esto y lo de más allá. Todo empieza con una idea, una que creo que es buena y todo gira en torno a cómo puedo conectar esa idea con otras ideas y en la relación que se genera entre ellas, y en cómo esa relación crea una historia. No sé, quizás no debería contarte esto, pero estaba hace poco mirando una de las muñecas de mis hijas, con el pelo larguísimo, y pensé: 'A esta muñeca le iría bien un corte de pelo', y después imaginé qué pasaría si hiciera eso, e imagino a mi hija profundamente trastornada por el hecho de que le he cortado el pelo a su muñeca y me parece divertido..., no sé, creo que ya te haces una idea. Y sobre el secreto del éxito... (larga pausa). Bueno. No lo sé, ¿por qué ha funcionado? Porque soy honesto, porque las historias son impredecibles, porque hablan de cosas, de tópicos, de ideas que son clásicos del mundo de la comedia pero que tratamos desde otro punto de vista. Sinceramente, no lo sé".

Lo último de David ha sido su colaboración con otro mito del mundo de la comedia, Woody Allen, en la película Si la cosa funciona (Whatever Works en su versión original, que podrá verse en la sección Zabaltegui del Festival de Cine de San Sebastián), en la que interpreta a un profesor universitario en perpetua crisis existencial. "No fue una experiencia dolorosa porque lo primero que le dije a Woody Allen fue: 'No me cojas. Si quieres que la película funcione no me cojas, yo sólo he escrito para otros y he hecho shows improvisados, no tengo ni idea de todo esto'. Pero él insistió, me dijo que yo podía con ello, así que finalmente cedí. Lo que quiero dejar claro es que le advertí que soy un actor pésimo, realmente malo, así que si estábamos en medio del rodaje y de repente me decía (grita): '¡Eres el peor actor con el que he trabajado!', yo podría decirle: '¡Ya te lo dije!".

David no es un actor/guionista/comediante al uso y por esa misma razón uno puede tomarse ciertas licencias y llegar a terrenos poco transitados en las entrevistas comunes. Por ejemplo, preguntarle si ha visto la adaptación pornográfica de su propia serie: "¿Un porno sobre Seinfeld?, ¿dónde has oído eso?". Unos minutos después y ante la insistencia de David, él y el periodista ven el tráiler de la película -aún por estrenar- ideada por Jules Jordan donde todos los actores visten como personajes de Seinfeld. "Oh Dios mío", dice el comediante, sonriendo mientras se abre la puerta y su publicista entra para finalizar la entrevista.

El neoyorquino se levanta pero concede una última pregunta. "¿Lo mejor de la vida? Los malentendidos, me encantan los malentendidos, creo que no podría vivir sin ellos".

El cómico estadounidense Larry David
El cómico estadounidense Larry DavidREUTERS

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