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Reportaje:Días de diversión

Los secretos del artista del fuego

Un creador de espectáculos y una miembro del jurado ofrecen las claves del concurso pirotécnico

"Demasiado viento es malo, porque distorsiona los efectos, pero no tener nada de viento es peor aun. El humo te tapa todo", cuenta preocupado Tony Cendón, de la francesa Pyragric Feux d'Artifice. Es lunes y queda una hora para que el espectáculo que lleva planeando tres meses pase la prueba del público en la 40ª edición del Concurso Internacional de Fuegos Artificiales de San Sebastián. Cendón acepta con un gusto un cigarrillo, pero opta por guardarlo para después. "Cuando se acerca el momento, el único deseo que tienes es el de prenderle fuego a todo esto para ver cómo queda el trabajo de tanto tiempo", confiesa.

Aunque es habitual que en el sector de la pirotecnia la vocación sea hereditaria, algunos como Tony se contagiaron al entrar en contacto con este mundo. "Me caí dentro, como Obelix en la poción mágica", dice.

¿Cómo se piensa el guión de un espectáculo así? "Es un poco como escribir un álbum musical. La primera, para vender, tiene que ser un hit, tiene que pegar fuerte. La gente lleva dos horas esperando y tienes que despertarles. La segunda es un slow para calmarles, así que usamos productos con colores bonitos y efectos de cascada. Así vamos alternando hasta el final, que tiene que ser apoteósico", resume.

Una vez terminado el espectáculo, viene el momento de la verdad, la reacción del público. Sólo por el entusiasmo de los aplausos los artistas del fuego ya pueden hacerse una idea de si el codiciado premio está a su alcance.

Izaskun Astondoa, cuarta generación implicada en la empresa vizcaína de pirotecnia que lleva su apellido, forma parte del jurado que elegirá al ganador del concurso, que se anunciará mañana. "Valoro el color, que no se apague inmediatamente, que haya una trama y no que vaya simplemente de menos a más, que ocupen los tres niveles de altura. Y, sobre todo, tenemos en cuenta la reacción del público. Desde luego, un silencio al final no es nada bueno", detalla.

Los colores que maravillan a los niños son meras mezclas de compuestos químicos que empresas como la de la familia Astondoa han ido afinando a lo largo de décadas. El rojo, por ejemplo, se realiza con aluminio, carbón, perclorato potásico, nitrato potásico, carbonato de estroncio y algo de azufre. Para potenciar el sonido, basta con añadir en la mezcla una mayor cantidad de pólvora detonante. El nivel de compresión también influye en la traca.

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El coste de cada espectáculo oscila entre los 12.000 y los 30.000 euros, prosigue Astondoa. Pide que no se simplifique pensando algo tipo "cuánto dinero para sólo quince minutos". Y es que como una obra de teatro o un concierto veraniego el trabajo de los artistas del fuego está condenado a la fugacidad. Pero la emoción en el público, cuando se hace bien, permanece.

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