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indiana en la playa

El que susurra a los elefantes

Jacinto Antón

Fui a ver a Susi a ver qué tal pasaba el verano, pensando en que se acordaría de mí y confiado en la proverbial memoria de los elefantes. Imaginaba que el zoo estaría vacío la tarde de un lunes de agosto pero me sorprendió encontrarlo abarrotado. Demoré el momento del reencuentro con la paquiderma dando un largo paseo que me permitió observar a una leona tuerta, a una ibis picoteando un polluelo de garza y a una pareja besándose apasionadamente junto a la instalación del leopardo, lo que nos puso melancólicos al felino y a mí.

Susi, la elefanta del parque barcelonés que nos ha tenido tan preocupados desde que perdió a su amiga Alice y entró en depresión, ya no está sola. Vive con ella desde junio, aunque todavía separadas por vallas (las juntarán pronto, me dice un cuidador), Yoyo, una elefanta incautada a un circo. Yoyo tiene 39 años pero aparenta más y le falta un colmillo. Realiza movimientos compulsivos de maniaca. Se cuida poco y tiene la piel cubierta por una espesa capa de tierra y estiércol. Desde luego a mí me ponen cerca de esa loca y me deprimo más. Pero en cambio Susi estaba bien: será porque el ver a alguien que está peor que tú -y me refiero a Yoyo- también anima a los elefantes.

Mi relación con Susi es especial porque en general no me gustan los elefantes. Me dan miedo. Nunca sabes cómo van a reaccionar. Imagina la persona más neurótica que conozcas y ponle varias toneladas, inquina y trompa, y tendrás un elefante. En Treinta años entre las bestias salvajes de la India, G. P. Sanderson habla del elefante loco de Mandla, cerca de Jubbulpore, una bestia que gustaba de masticar a sus víctimas, no por saborearlas, sino por simple perversidad.

Una vez yo mismo topé con un paquidermo loco en el lago Manyara, en Tanzania. No hay nada que te ponga tan reflexivo como la carga de un elefante, decía el cazador Clive Walter, excepto la perspectiva de que te ahorquen al día siguiente. Susi, decía, es otra cosa. Será por las horas que he pasado acompañándola, velando por su cordura, pero le tengo un raro cariño. Es difícil decir qué siente ella. En un libro apasionante que estoy leyendo, El que susurra a los elefantes, Lawrence Anthony explica cómo adoptó una traumatizada manada de esos animales en su reserva de Thula Thula, en Suráfrica, y el afecto que surgió, tras algún desencuentrillo, entre él y la matriarca, Nana, a la que conquistó susurrándole palabras cariñosas. "Ey, bonita, cómo va todo, pequeña", probé yo, añadiendo el saludo zulú "yehbo". Susi alzó la cabeza y me pareció discernir un destello de coqueto interés en sus ojos.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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