En la azotea de Jim Jarmusch
Un recorrido por los escenarios españoles de la última película del cineasta guiado por su cuaderno de rodaje
Para Francisco Javier Sáenz de Oiza su edificio Torres Blancas de Madrid, construido a mediados de los años sesenta, era un gran árbol cuyas raíces se abrían en el asfalto para luego crecer, redondo y firme, hasta el cielo. Para este arquitecto colosal e iluminado su trabajo consistía en romper los límites y así "transformar un paisaje de cabras en un paisaje de hombres". Torres Blancas es uno de los misteriosos rincones de The limits of control, la última película del cineasta Jim Jarmusch. Un icono de Madrid, o mejor dicho, de lo que pudo haber sido Madrid, que emerge ante la cámara de un hombre que hace suyo aquel sueño truncado de modernidad mesetaria.
Jarmusch, hijo predilecto de Nueva York, heredero directo de Cassavetes y Jonas Mekas y, en definitiva, padre de lo que hoy conocemos como cine independiente estadounidense, ha convertido el edificio de Sáenz de Oiza en el misterioso hogar de su último héroe. El protagonista de The limits of control es un fuera de la ley, un tipo solitario que cruza las calles de una (¿y por qué no?) exótica Madrid con un traje azul. La tela brilla, como brilla la luz de la ciudad en la que este tipo imperturbable y sin nombre busca la respuesta de un enigma. Como en casi todas las películas de Jarmusch hay poco que contar. Así que, lo mejor será mirar.
El cuaderno es una orgía de referencias, recortes, dibujos fotografías...
Jim Jarmusch lleva años fascinado con el edificio de Torres Blancas
Una ciudad, un edificio, un museo, un cuadro, unas cajas de cerillas... Jarmusch rodó la película con un guión de veinticinco páginas y un cuaderno azul entre las manos. El resultado se proyectará en la sección Perlas de Zabaltegi del próximo festival de San Sebastián y se estrenará como Los límites del control en salas comerciales el 2 de octubre. El guión encerraba un esquelético argumento, mientras que el cuaderno era una orgía de referencias visuales: fotografías, recortes, dibujos a mano y en tres dimensiones, carteles de viejas películas, ideas manuscritas, nombres propios de calles, locales y pintores. El mexicano Eugenio Caballero (galardonado con un Oscar por el diseño de producción de El laberinto del fauno) plasmó en él sus largas conversaciones con Jarmusch y sus paseos por Madrid, Almería y Sevilla (las tres principales localizaciones del filme) junto al cineasta y el director de fotografía australiano Christopher Doyle. "Siempre trabajo así", dice Caballero. "Un cuaderno distinto para cada película. Es útil para todos. El cuaderno es nuestro particular traductor de ideas".
El museo Reina Sofía, las calles de Malasaña, la plaza de San Ildefonso, el piano bar Tony 2, la estación de Atocha y, por supuesto, el omnipresente y sinuoso perfil de Torres Blancas, que como el árbol de Alicia en el país de la maravillas abre sus puertas para ofrecernos su misterio.
"Jim Jarmusch solía quedarse en mi apartamento hace años y desde el principio el edificio le fascinó", recuerda José María Prado, director de la Filmoteca Española, viejo amigo del director, asesor cultural del filme y privilegiado dueño de un estudio en uno de los 21 pisos de viviendas de Torres Blancas. Jarmusch ha contado que su fascinación por la obra del arquitecto navarro rozaba lo obsesivo y que siempre pensó en rodar allí.
Al director de Bajo el peso de la ley o Broken flowers le gusta una historia que cuenta que el dueño del edificio se quedó sin dinero y por eso el mármol blanco que inicialmente iba a recubrir la fachada se quedó en cemento gris. O cómo la última planta del edificio, donde está la piscina y el gimnasio, iba a tener también un restaurante y por eso cada apartamento cuenta con una línea directa que hubiera permitido pedir directamente a la cocina desde los pisos. Torres Blancas siempre tuvo cierto aire de genial fracaso, había algo en su ideal que no encajaba en un mundo tan poco generoso con lo desbordante. "¿Por qué en nuestra cultura todo tiene que ser ángulos rectos? ¿Por qué todo tiene que ser tan razonable y cartesiano? Torres Blancas está hecha entera de curvas", señalaba Jarmusch en una entrevista reciente.
"Es un edificio sin ángulos rectos para una historia que también carece de ellos", explica Eugenio Caballero. "La película habla de esa fluidez, de esa libertad de las curvas, esas curvas que nos dan una percepción tan extraña de nuestro entorno, que nos atraen tanto pero que hacen tan complicada la simple idea de colocar un mueble". Caballero habla de una película profundamente "visual" y de cómo su protagonista llega a Madrid y poco a poco establece las conexiones que le llevan a un objetivo que no tiene claro. "La película habla de las diferentes maneras de percibir las cosas, de los diferentes filtros de la realidad y de nuestro permamente ejercicio de encuadre de la realidad es según la miras".
El personaje principal del filme, interpretado por el actor marfileño Isaach De Bankolé, visita insistentemente el Museo Reina Sofía. Se fija en determinados cuadros para luego encontrarlos en su propia realidad. Una vista de Madrid de Antonio López, un instrumento musical de Juan Gris, una tela de gruesas texturas blancas de Tàpies y una mujer desnuda de Roberto Fernández Balbuena. Cada cuadro encierra una clave de la película: la pérdida de color en el final de la ruta o un personaje que se llama simplemente Desnuda. "Fuimos mucho al museo, solo a sentarnos un buen rato y buscar lo que funcionaba para la historia. Existe un cuadro de Antonio López de las vistas desde la azotea de Torres Blancas pero Jim lo descartó y eligió otro porque la ciudad ha cambiado mucho desde allí arriba".
Eugenio Caballero regaló a Jim Jarmusch el cuaderno azul de The limits of control, con todo su viaje dentro. "El cuaderno lo compré en una vieja papelería de Almería, la propia elección del cuaderno, su textura, era una declaración de intenciones. Al final del rodaje se lo di. No suelo hacerlo porque los cuadernos no son un simple ejercicio de estética sino mi principal herramienta de trabajo. Pero esta vez no puede evitarlo. Y se lo regalé. Va más allá de lo mucho que le admiro. Es que más que nunca he sentido que el proceso de hacer esta película era en sí mismo una gran historia".
Inspiración y creatividad
- Joe Strummer. Jarmusch viajó por España con el cantante de The Clash en una furgoneta en cuya parte trasera se leía la frase "La vida no vale nada". Jarmusch pensó que la frase era del propio Strummer hasta que descubrió que era una canción cubana revolucionaria. El tema suena en The limits of control.
- Rimbaud. La película arranca con un verso de El barco ebrio, quizá el poema más grande del poeta adolescente.
- Flamenco. La visita a Casa Patas era obligada. De todos los palos flamencos, Jarmusch eligió las peteneras. Le recuerdan al blues.
- 'A quemarropa (Point blank)'. Para Jarmusch, The limits of control es como aquella película de John Boorman protagonizada por Lee Marvin, pero a la española.
- William Burroughs. El título de la película está inspirado en una frase del autor de El almuerzo desnudo.
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