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El precio de la coherencia

Hace cuatro años, Galicia vivía con ilusión un momento histórico, la llegada al Gobierno de la Xunta del primer presidente progresista salido de las urnas en la historia de la autonomía. Un Gobierno de cambio tras 16 años de mandatos del PP.

El objetivo de mejorar la calidad de vida de los gallegos centró la acción de un Ejecutivo que mejoró los servicios públicos e implantó la gratuidad de los libros de texto, que protegió y saneó nuestra costa o redujo la precariedad laboral, que pagó las deudas pendientes de expropiados y proveedores y modernizó el país construyendo infraestructuras libres de peaje, que optó por la vivienda protegida en lugar de incentivar la especulación o que cambió el modelo del PP de venta a precio de saldo de los lugares mas emblemáticos de nuestra costa por la concesión pública de enclaves que garanticen el desarrollo de la acuicultura pero preserven esos espacios privilegiados de futuras tensiones urbanísticas.

Una forma de gobernar en la que primó el interés general, tanto para promover la ley de igualdad en el trabajo como para aguantar el tirón y, a pesar de los malos vientos económicos que auguraban dificultades electorales, no abandonar el barco cuando, más que nunca, Galicia necesitaba buen timonel y rumbo. Touriño priorizó el bienestar de los gallegos por encima del interés de partido y, a pesar de la tormenta financiera y de las advertencias de algunos, mantuvo el rumbo de la dinamización económica. Aprobó el presupuesto del 2009, licitó más de 1.500 millones de euros de obra pública en 2008, avaló y apoyó proyectos empresariales de futuro con más de 750 millones de euros, mejoró los servicios públicos y diseñó y aplicó planes específicos de formación y de contratación de parados. Iniciativas adoptadas para evitar que las consecuencias de la crisis las soportasen las familias y para sentar las bases de un país más moderno y competitivo.

Claro que durante la legislatura se cometieron errores. Se fue lento en la materialización de algunas iniciativas y, en la última fase de la legislatura, se evidenciaron las diferencias entre los dos socios de Gobierno en temas relevantes como el concurso eólico. Pero no es menos cierto que, mientras los progresistas confiaban en que su gestión se viera respaldada por los electores, el PP diseñó su campaña para lograr su mejor marea en las aguas azotadas por la tormenta de la crisis y no reparó en utilizar la demagogia, la difamación y la mentira como sus artes de pesca.

Hace cuatro años llegó al Gobierno de la Xunta un presidente socialista y galleguista, un hombre del que Feijóo dice ahora que gobernó con dignidad. Touriño creyó en Galicia, en su capacidad y en sus gentes y, con su gestión, logró la mayor convergencia en renta con España y Europa de la historia de la autonomía. Un presidente que afrontó su cita con las urnas en plena virulencia de la crisis y que, a pesar de que la economía gallega se comporta mejor que la española, veía como la desconfianza, el temor a perder el empleo y la preocupación por el presente y el futuro se iban instalando en sus gentes.

Fruto de la virulencia de la crisis y de la débil respuesta a los ataques de la oposición, el 1 de marzo los gallegos dieron su confianza a los conservadores. El nuevo Ejecutivo ha pasdo los primeros meses de legislatura aplazando sus promesas electorales, distanciándose de los problemas de Galicia que, tras las elecciones, parecen depender sólo del Gobierno de España, paralizando proyectos necesarios, previstos y estratégicos y eliminando derechos sociales como los libros de texto gratis. Un Gobierno instalado en la demagogia, la paralización y el oportunismo político.

Algunos progresistas nos sentimos cuatro años después defraudados por una oportunidad perdida. Pero, a pesar de lo que pudo ser y no fue, muchos respetamos y valoramos a quien gobernó para todos, como hoy hace el Gobierno socialista de Zapatero que defiende, apoya e impulsa las infraestructuras de Galicia, a pesar de que los réditos políticos puedan favorecer al adversario. La coherencia y el compromiso tienen un precio y para Touriño fue, probablemente, perder las elecciones.

María José Caride es diputada del PSdeG y fue conselleira de Política Territorial

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