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indiana en la playa
Columna
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LA ISLA SALVAJE

Jacinto Antón

Ha llegado un extravagante y requemado Viernes a la isla en la que me gusta verme como un Robinson, a pesar de que somos cien mil y la madre. El tipo no es un indígena antropófago sino de Motril y ha arribado a Mitjorn, en Formentera, según mi fuente del chiringuito Sa Plajeta, en un minúsculo catamarán "Pido al PP sentido de la responsabilidad. Y deseo quedarme ahí" arrastrado por los vientos y las corrientes desde Menorca (!) sin más pertrechos que medio botellín de Fontvella y su propia irresponsabilidad. Salió a dar una vuelta en el balandro acabado de comprar y ha acabado aquí. Nunca se valorará suficiente el uso del sextante. Aún tiene una cara de pasmo que ríete tú de los de la Kon-Tiki.

Le ha adoptado un grupo de hippies que medran en la playa y le procuran sustento. El alto y espigado individuo varado me recuerda que Formentera es más salvaje de lo que parece. Y no me refiero a los precios de restaurantes como Es Cap, ni a los Barbarini en motorino, ni a la lucha por un carrito en el Eroski de San Francesc, sino a algo más telúrico y primigenio que late bajo la apariencia radiante de arena blanca, aguas celestes y cuerpos al sol. Junto a mi casa, los papamoscas que perchan en los manillares de las bicicletas descuartizan minuciosamente a las cigarras que capturan al vuelo; los gatos castrados por la sociedad alemana Aktion San Francisko pelean con una animosidad proporcional a su fastidioso estado y un alcaudón se dedica a empalar lagartijas en el alambre de espino.

Hablábamos de esa isla, dura y silvestre más allá del tópico, bajo un gran algarrobo que la otra noche en casa de Ricardo Corachán, entonados hasta estirar la pata por un licor hecho por él mismo -¡viva la botánica recreativa!- tras macerar en anís la docena de hierbas de la receta secreta que le trasmitió una vieja campesina. Bajo la luna llena, hacia la que alzaban las pitas muertas su postrer brote empinado, nos habló Ricardo de la isla prehippy y de alguna muerte extraña en el Estany des Peix.

Pensé en esa isla paralela, ancestral y aventurera, al día siguiente al pasear por Illetes hacia el lugar en que, como documenta José Luis Gordillo en Un combate naval en Formentera (Valencia, 2003), los corsarios argelinos de Aydin Cachadiablo, uno de los capitanes de Barbarroja, desbarataron a una flota de galeras cristianas en 1529. La multitud de bañistas que abarrotan las playas hasta Espalmador y los numerosos barcos de recreo que allí fondean ignoran que flotan sobre el escenario de una batalla añeja, qué cosa. Yo contemplo a mi Viernes entre los arieles y calibanes desnudos que celebran la ceremonia de esta isla encantada y abrevo en las aguas turquesas mi inveterada sed de aventura.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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