Un gallego y un vasco
Sebastián Chano Rodríguez, el deportista paralímpico español con más medallas, consiguió el pasado fin de semana, en la ría de Vigo, a sus 53 años, un récord digno del Guinness: estuvo nadando por espacio de más de 24 horas. Tras completar la travesía tuvo que ser ingresado en la UCI de un hospital con insuficiencia renal provocada por el enorme esfuerzo.
Se trata de alguien con mucha memoria en las venas: su minusvalía es consecuencia de una huelga de hambre en la cárcel, en la que permaneció 9 años cumpliendo condena como miembro de los GRAPO; tras salir, en 1994, su vida ha sido un ejemplo de superación personal a través del deporte, lo que le ha otorgado un amplio reconocimiento por parte de personalidades e instituciones gallegas. Sin embargo, la proeza se vio algo ensombrecida por la amargura del atleta por no haber conseguido financiación para pagar los 3.500 euros que le exigía la Sociedad Guinness para enviar jueces que certificasen el récord. Esa sociedad anunció luego que aceptaría como prueba el vídeo que recoge la hazaña. Como ha dicho un concejal de Vigo, "si esto lo hubiera hecho un americano estaríamos todos con la boca abierta, pero como es uno de aquí no le damos importancia a esta empresa sobrehumana".
Hay una vieja historia vasca que refleja la reacción contraria: dar importancia sobrehumana a las victorias de un héroe local, Etxenagusía, que a comienzos de los años veinte ganaba a todos en desafíos de campo a través, hasta el punto de ser considerado por sus vecinos el mejor crossman del mundo. Para probarlo trajeron a un corredor profesional, un belga llamado De Nys, que aceptó enfrentarse al otro en los 13 kilómetros que separan Zaráuz de Aia. El día elegido, 21 de mayo de 1922, amaneció caluroso, por lo que el belga pidió aplazar la prueba. Fue acusado de tener miedo al bravo Etxenagusía. Éste cogió ventaja de salida frente al ritmo regular del otro, pero antes de llegar a la meta hizo señales de que no podía seguir, asfixiado, y tuvo que retirarse. Los que habían apostado por él le insultaron -vendido, traidor- mientras le llevaban a casa.
Murió dos días después, de agotamiento, demostrándose así que no era lo que le llamaron, pero tampoco el mejor corredor del mundo.
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