Los debates de nuestra Sevilla
La polémica pública, una práctica íntimamente sevillana, se ha avivado en las últimas semanas por cuestiones externas referidas a la biblioteca pública que la Universidad de Sevilla está construyendo en el extremo del Prado de San Sebastián más próximo a la zona residencial. Antes, las discusiones locales se generaron alrededor del informe, lleno de errores graves, que una asociación elaboró para la Unesco sobre la Torre Pelli promovida por Cajasol, en la Isla de la Cartuja.
Desde mucho antes, el debate se centraba en el futuro de la Dehesa de Tablada, verde y pública, en contraposición con los intereses privados de sus propietarios. Estoy seguro de que muchas personas, en su pleno derecho y con la mejor de las intenciones, tendrán distintas posiciones estéticas o de oportunidad de cada una de estas cuestiones y otras de distintas dimensiones que tanto nos gusta discutir en Sevilla.
A mí, por ejemplo, me gustan los adoquines rugosos de Gerena, los naranjos amargos en la calle, los bancos de buena forja, la cerámica trianera y las farolas sevillanas (todo de verdad, no lo que algunos utilizan como arma arrojadiza y que está incluido en cualquier catálogo de serie). Y respeto que algunos defiendan lo que consideran sus derechos particulares, a veces legítimos, frente al interés general de la ciudad.
Pero la cuestión no esta escrita en el libro de los gustos ni en el de registro de intereses, sino en las leyes de la ciudad. La ciudad, por medio de su ordenamiento urbanístico, democráticamente propuesto, rigurosamente tramitado, ampliamente participado, largamente expuesto, intensamente debatido, varias veces aprobado y reiteradamente publicado (tal y como exige la normativa vigente) aprobó una ley que obliga a todos y que fue refrendada por las autoridades superiores competentes en la materia, el Plan General de Ordenación Urbana de Sevilla.
Cualquier norma es recurrible casi en cualquier momento, ¿pero es esta la hora de intentar torcerla cuando hubo tanto tiempo y ocasiones para hacer valer posiciones tan feroces?
Porque en Democracia, el pueblo decide con su voto y a través de sus representantes, la oportunidad de lo que ha de hacerse en cada momento y en cada lugar. En clave local, es el Ayuntamiento quien establece el modelo de ciudad que, respaldado mayoritariamente por los sevillanos y sevillanas de manera reiterada, ha de impulsarse. Desarrollar ese modelo de ciudad, ampliamente refrendado por la ciudadanía, impulsarlo, liderarlo, es la principal obligación de quienes gobernamos Sevilla con un programa coherente con los principios y valores que legítimamente representamos.
Buscar atajos, instrumentalizar organismos, mezclar legalidades con subjetividades o preñar de ideología los procedimientos para hacer valer una opción corporativa o una concepción personal de la vida, del mundo o de la ciudad... no es jugar en buena lid. Ya no se pueden imponer los criterios personales. Quien crea que los suyos son los acertados que los someta al cedazo de la liza electoral o al campo abierto de las opiniones confrontadas.
Alfredo Sánchez Monteseirín es alcalde de Sevilla.
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