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Aire para frenar el bochorno

La historia de la tauromaquia está llena de bochornosos comportamientos de aficionados increpando a toreros que, en épocas pasadas, acabaron en disputas públicas. Ayer se vivió un episodio nuevo con El Juli como víctima. Buena parte de los tendidos mostraron su osada ignorancia con pitos por no ser el diestro madrileño el protagonista del tercio de banderillas, una suerte que dejó de practicar hace ya un lustro. El Juli escuchó con educación la sorprendente queja popular, pero le pasó factura, pues se marchó del coso vitoriano con una fuerte pitada que no hacía ninguna justicia a lo ocurrido en el ruedo.

La modernidad de la cubierta móvil alivió el calor y ese desagradable bochorno. Antes de que el sexto saltara al ruedo, el techo de la multiusos gasteiztarra se fue descubriendo. De ese aire se debió de empapar Miguel Ángel Perera para dejar su sello en la primera de sus dos presencias en este ciclo. El pacense ha llegado al lugar que ocupa por su buena cabeza, su extraordinaria técnica y un seco valor. La tarde estaba cuesta arriba, como el toro que cerraba la corrida, grandote para su hierro y de comportamiento poco bravo. Perera sacó el manual y acabó por dominar al toro a su antojo. No le dejó irse de los medios, aguantó en mitad de cada muletazo y le dio los toques necesarios para ligar unas series que acabaron de levantar la tarde. El arrimón final fue la guinda que le permitió arrancar la oreja.

FUENTE YMBRO / JULI, CID Y PERERA

Toros de Fuente Ymbro, bien presentados, destacó el juego del segundo.

El Juli: estocada caída (silencio) y estocada (silencio).

El Cid: pinchazo, estocada desprendida y descabello (saludos tras un aviso) y metisaca en los bajos, casi entera y dos descabellos (silencio).

Miguel Ángel Perera: pinchazo, estocada caída y descabello (saludos tras un aviso) y casi entera (oreja).

Saludó el banderillero Alcalareño en el segundo.

Plaza de toros de Vitoria, 5 de agosto de 2009. Primera de la Feria de La Blanca. Dos tercios de entrada.

Los profesionales quieren dejar al público sin tercio de varas

Hubo más toros para sumar algún trofeo, pero alguien debería advertir a los profesionales de que hay que cuidar el material. Los grandes maestros siempre han insistido en que la lidia correcta es la base para que un toro rompa a bueno. Ayer se les olvidó a la terna actuante. El desconcierto que se vivió en el tercer toro pudo ser suficiente para que los innumerables capotazos sin sentido anticipasen la falta de fuerza del animal.

La autoridad competente tuvo trabajo en el tercio de varas, y eso que apenas hubo un puyazo por toro. Siempre traseros, para que el animal se lesione en lugar de ahormar su embestida. Algunos en la paletilla, como en el cuarto, un jabonero desangrado para el tercio de muleta. Los profesionales quieren dejar al público sin tercio de varas. Colocan al toro corto; el caballo, cerca, y dejan chocar al toro contra el pesado peto para que mareado por el topetazo reciba un puyazo largo que evite el segundo encuentro, precisamente, cuando el aficionado podría calibrar la bravura del morlaco. Se refugian en que los tendidos prefieren que se pique poco, pero se olvidan de que la plaza vibra si el toro acude al caballo y aplaude si se pica en lo alto y breve.

El Cid sí que tuvo delante a un toro de puerta grande, con movilidad y transmisión, de esos que el de Salteras habría desorejado hace dos temporadas, pero el de Fuente Ymbro acabó aburrido por las cortas distancias ofrecidas por el torero. La plaza vibró con las primeras arrancadas del llamado Escogeperras, pero El Cid prefirió citarle en corto. Este torero no está cómodo y lo dejó muy claro.

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