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Columna
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Ella canta

Y el verbo se hizo copla y habitó entre nosotros. Esperanza Aguirre, el verso suelto del poema, todo un poema, del PP, ensaya otra estrofa, su propia estrofa. La presidenta de la Comunidad canta su canción de gesta y gesto, al margen del coro partidario. La prima donna madrileña se dedica en estos días, tan aciagos para los suyos, que no lo son tanto, a dar el cante, por solateras, en los escenarios donde se representa la burda tragicomedia de los despropósitos: "Yo soy la otra, la otra / y a todo tengo derecho / porque no me han implicado en las redes del cohecho...". Artista de gran versatilidad, lo mismo le canta Cumpleaños feliz a Rubalcaba, como una Marilyn descafeinada, que tararea y dirige el himno nacional que los gabachos le escamotearon a Contador en los Campos Elíseos. "Canta y no llores / porque cantando se alegran, cielito lindo / los electores". Una desafinada orquesta de espías desorquestados toca en sordina su zafia y embarullada palinodia y El Albondiguilla de Boadilla se les sigue atragantando a los ediles populares. Peligrosos perros sin correa y sin bozal aúllan entre los bosques de ladrillo de la Comunidad. Ladran, luego cabalgamos. Esperanza Aguirre, desbocada, corre en pos de las fotografías y de las escenografías. Ni un día sin foto, ni un día sin titular: "Que hablen de mí aunque sea bien".

Esperanza insulta sólo para poder rectificar más tarde y hacer doblete de titulares

El Gran Wyoming y sus colegas de Caiga quien caiga forjaron la imagen mediática de la futura presidenta comunitaria cuando desempeñaba, sin complejos ni sonrojos, el cargo de ministra de Cultura. Su desparpajo y su injustificada confianza en sí misma, sus lapsus y sus desbarres conformaron una leyenda negra que mutaría al rosa por la alquimia de su repajolera gracia. Desafinados y verbeneros sonaron los clarines de la fama en honor de esta primera dama de la zarzuela castiza y retrechera.

El cargo de ministra de Cultura le quedaba tan grande como la camiseta de Gasol que vistió hasta los tobillos, hace unos días, para felicitar a la estrella autóctona de la NBA. En los play-off de la liga del PP Esperanza juega de pívot al frente de un equipo descabezado y mermado por las bajas. Muchos de sus compañeros están tocados y circulan renqueantes y perdidos sobre la cancha. No importa, sus rivales de la selección de Génova tampoco andan sobrados de figuras, sólo de escándalos, y la Aguirre se siente capaz de decantar ella solita el resultado a su favor. Los rivales están en el bando contrario, los enemigos en el propio. Fiel a esta máxima, la presidenta recibió a Alberto Contador, que también sabe lo que es luchar contra los elementos de su propio equipo, y cambió la camiseta del pívot de la NBA por el maillot amarillo del Tour. "No es necesario que te lo pongas", sugirió discreto el ciclista de Pinto cuando le entregó la prenda, pero Esperanza ya estaba con los brazos abiertos, esperando la investidura. Ella ha escalado el Mont Ventoux y el Tourmalet, el Alpe d'Huez y los lagos de Enol, ella encesta triples mientras sus compañeros acumulan faltas, ella se escapa del pelotón y deja atrás a la serpiente multicolor que quiere morderle los tobillos, ella le pone onomatopéyica letra al monótono chunda, chunda del himno nacional, ella canta mientras a su alrededor sólo se escuchan gemidos, quejas y lamentaciones.

A río revuelto ganancia de embaucadores; entre las turbias aguas del golfo de Génova medran los habitantes del fondo de reptiles y los peces gordos se retiran a sus oscuras cuevas submarinas donde acumulan tesoros. Esperanza se mueve como un pez en aguas turbulentas. Un corte de mangas para Gürtel y sus albóndigas en remojo y un distanciamiento casi brechtiano sobre las mal cortadas tramas del recontraespionaje a la madrileña. Las reclamaciones, al maestro Granados, encargado de repartir las entradas del baile de disfraces y tricornios.

Sin romperse ni mancharse, Esperanza atraviesa el cristal y supera las situaciones embarazosas, dice y se desdice, ataca y acata, insulta sólo para poder rectificar más tarde y hacer el doblete de titulares. Esperanza navega en zigzag para despistar a los depredadores y su público fiel le baila el agua y jalea sus exabruptos. Esperanza se descoloca para descolocar a sus rivales, cuando ellos van ella vuelve de sus correrías con el morral repleto de gazapos para alimentar a los insaciables escualos de los medios que se tragan todo cuanto regurgitan sus fauces. Ella es la Esperanza nuestra, marca registrada con denominación de origen, producto único, destilado del pensamiento único, de su único pensamiento, fuerza motriz de su agitada trayectoria: medrar, caiga quien caiga.

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