_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

BEBÉS

Ante tanta nadería televisiva envuelta en oropeles, colgarse unos minutos de Baby First resulta un ejercicio de depuración visual. La emisora nació con polémica porque parecía el colmo del entrismo indecente fabricar un producto para bebés. Hubo quien se alarmó porque se trataba de anticipar el debut televisivo, adelantar con una precocidad malsana la edad en que un ciudadano se convierte en televidente. Está claro que si los padres ven en este canal la pócima para tener quieto a su pupilo, lo emplean como guardería, cometerán un error grave. Pero hay momentos televisivos en Baby First particularmente curiosos. El problema no es que los niños vean televisión. En todo caso, lo será por lo que ven y por el mucho tiempo de su novísima vida que ocupan en ello. Está instalada la idea de que la blandenguería no es perniciosa. Al margen de que, desde los tiempos de Mattelart, se sabe que los cuentos cobijan un sofrito altamente malicioso, siempre resultará más higiénico un juego abstracto de formas y colores que un engañoso mensaje buenista. También en Baby First hay las inevitables escenas de patos en un estanque y música azucarada, pero otras son curiosos juegos visuales donde todo reside en figuras sin otro argumento que modificar su tamaño y distancia, o introduciendo en la habilidad de las adiciones. Para el televidente maduro, pasar unos momentos en Baby First tiene algo de hipnótico. ¿Eso es malo? Desde luego, no tanto que el insufrible camelo de tantos programas para adultos.

Un ejemplo de eso: la tropa de DEC (Antena 3) interrogando a Patrizia D'Addario, la prostituta que ha documentado dos noches con Berlusconi y es testigo en un juicio por corrupción del círculo de amistades del papi. El desplazamiento de su tema desde las páginas de política a este circo rosa, su desubicación, ya era, de entrada, un regalo a Berlusconi. No les interesó saber nada del poder ni de sus polémicos gestores. Sólo querían relatos de alcoba que la invitada suministró a medias, negándose a responder a muchas preguntas. Lo más bonito era verlos enfadados, pinchando. Como niños

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_