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Columna
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Feliz verano

El almuerzo lo suelo tomar en un bar que hay debajo de mi despacho. Me tratan bien, la comida es casera y es fácil entablar conversación. Ayer mismo tomé el café con uno de los paisanos que acompañan en estos días de calor. Dice que se llama Paco, aunque no me lo creo demasiado. Más o menos ésta es la conversación, realmente el monólogo con el que se despachó.

"Pues sí, Eugenio ya llegan las vacaciones. Aparcar los nervios, olvidarme del jefe, de la agenda, de las comidas de empresas, de los acreedores, de los deudores y de correr como loco de arriba abajo sin saber ni por qué. Al carajo, que me busquen. Olvidarme de ser proactivo, flexible, de generar sinergias positivas, del cómo me gusta trabajar en equipo y todas esas cosas que tenemos que aparentar para ganar un euro. Se acabó el que me coge el toro, el este fin de semana me toca pringar y el sí señor, cómo no, señor, el cliente siempre tiene razón, para mañana a primera hora lo tiene usted en su mesa, cómo no, señor. A primera hora dice... No veas Eugenio cómo aprieta la crisis. Como hay tanto paro y tanta crisis, tanta leche y tanta política engañosas, pues no veas cómo me han apretado las tuercas este año y mientras al Camps le regalan hasta los bañadores. A mi nada, como no sea un expediente de regulación de empleo a la vuelta. Pero se acabó, ya llegó agosto. Ay, qué felicidad, con qué ganas las voy a coger. Me he resignado a que las cosas sean como son, y soy mucho más feliz ahora: sé que mi vida es un cinismo de lunes a viernes todo el año. Pero no en agosto, no; que me puedo pagar unas vacaciones de la leche. Me voy a la playa, como dios manda. Es que todo me da igual, que es que me da igual te digo, que cumpla quince el Joselito y que me lo lleve a la playa y no aparcarlo en un campamento de verano. Ya sé, ya sé... que a mi mujer tampoco me la debería llevar, ya sé. No me venga con que la mayoría de parejas se divorcian después de verano... Yo me la llevo, que hace unas tortillas de papas que te mueres. Me voy a Matalascañas. El año pasado se jodió el ascensor. Catorce plantas con la sombrilla, la mesita, la neverita y su madre todos los días, que no falta... Y el Joselito, no veas cómo ayuda tener un hijo. Un pan bajo el brazo..., decían, la madre que lo trajo, no da palo al agua, le ha quedado hasta el recreo. Eso sí, apartamento en primera línea de playa. Qué vacaciones me voy a coger, Eugenio, qué vacaciones. Cómo me las he ganado este año, de verdad. Qué añito, qué añito..."

Después de contarme las bondades de la playa de Matalascañas y de Joselito, comenzó a hablar de las vacaciones que iban a coger sus vecinos, que no tengo el gusto de conocerles. "A Cancún", me dijo, "a Cancún que se van ahora. Toda la vida veraneando en Matalascañas y ellos dicen que ahora, como si tal cosa, se van para Cancún ¿Y se puede saber dónde está Cancún?". Le dije que en México, que lo sabía porque mis vecinos también se van para allá. "¿Y la manía con irse a la Cochinchina para veranear? Total, para estar todo el día del hotel a la playa, tostarse al sol y remojarse... ¿qué tiene Cancún que no tenga Matalascañas? Fijo que aquí hay más hoteles y todo. Mira, el Matías me contó que estuvo en no sé qué sitio, no me sale el nombre, y que había unos bichitos transparentes que no veas con los bichos. Me contó, y el Matías es simple y dice la verdad, me contó que se encontró uno de esos bichos dentro del ombligo. El bicho de su madre se le había metido allí y... qué asco nada más de pensarlo... ¡Le estaba chupando la sangre! Y porque dios no lo quiso, que lo mismo si no... El Matías es de abrigo, pero tampoco es plan que se lo coma un bicho en el extranjero. Panda fantasmones, eso es lo que son. Lo peor es que mi parienta se ha enterado, y ya me veo con que si el Pepe y la Rocío han ido a Cancún, que si las fotos que tienen, qué pedazo cámara digital, y que nosotros nada, como siempre en Matalascañas y que si el Joselito tiene que ver mundo. Bueno mira, me voy y tú?, te vas de vacaciones". Pues sí, me voy. Hasta la vuelta. Feliz verano.

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