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El criminal se entrega

El hombre que mató a una menor en Vallecas se declara culpable en una comisaría de Zaragoza - Alquiló una habitación en la casa de la víctima

"Hola, soy el hombre que mató ayer a la chica de Madrid", dijo al entrar. Se presentó en la comisaría del distrito de las Delicias de Zaragoza. Dejó a los agentes estupefactos. Con esa frase, Larquin Rodríguez Noboa, de 28 años, se confesó culpable del homicidio de María Mercedes, la joven de 12 años que murió apuñalada la mañana del sábado en Puente de Vallecas. Era poco antes de las diez de la mañana. Se ponía fin así a un día entero de huida y de búsqueda del inquilino que residía con la madre y María Mercedes desde hacía una semana.

Varios indicios incriminaban a Rodríguez Noboa. La puerta de acceso a la casa no estaba forzada. El inquilino era la única persona que estaba en el piso en ese momento. Además, la descripción de los testigos coincidía al detalle con la del criminal confeso: alto, delgado, con la tez morena y vestido con una camisa de rayas rosas y pantalones grises. Los agentes de homicidios cursaron el sábado una orden de busca y captura. Por eso, cuando los policías de Zaragoza comprobaron lo que les decía Rodríguez, todo coincidía.

"No esperaba algo así de él", dice el hermano del homicida confeso
"Soy el hombre que mató a la chica de Madrid", anunció a los agentes

La policía desconoce por qué se desplazó hasta la capital aragonesa. Supuestamente, se refugió en casa de una prima suya que vive allí. Los agentes de homicidios fueron ayer por la tarde a esta ciudad. Estaban a la espera de que el juez autorizara su traslado a Madrid y se inhibiera en favor del Juzgado de Instrucción número 15, que lleva el caso. El detenido ha pasado la noche en la Jefatura Superior de Policía de Aragón.

Las primeras investigaciones apuntan a que Larquin Rodríguez pasó la noche del viernes al sábado en una discoteca y que regresó al piso sobre las siete de la mañana. Fuentes próximas al detenido aseguran que éste acostumbraba a consumir drogas. Una hora y media después se desencadenó una discusión por causas aún no esclarecidas en la que resultó apuñalada mortalmente María Mercedes. La chica salió al rellano pidiendo socorro. De hecho, antes intentó llamar por teléfono a su madre y a su padrastro, pero no pudo contactar con ellos.

Cuando una vecina bajó a protestar por los chillidos que la despertaron, se topó con la joven herida de muerte. Instantes después salió de la vivienda el supuesto asesino, que regresó a la misma a recoger un teléfono móvil. El cónsul general de la República Dominicana en Madrid, Marcos Cross, aventuró ayer una hipótesis del homicidio: "Puede que intentara abusar de ella; la autopsia lo determinará".

Fuentes policiales indicaron que durante la autopsia del cadáver no se apreciaron signos externos de violación. Falta conocer el resultado de los análisis de las muestras remitidas al Instituto Nacional de Toxicología. "Juro que no sé lo que pudo pasar. Jamás me habría esperado una cosa así de mi hermano. Me parece que todo es un sueño del que voy a despertar en breve", afirmó Domingo Rodríguez, que no ha hablado con su hermano después del crimen.

Larquin Rodríguez es el 13º de 15 hermanos. Nació el 19 de julio de 1981 en la localidad de Fondo Negro, provincia de Vicente Noble, al sur de la República Dominicana. Llegó a España hace unos dos años con un contrato de trabajo en un restaurante Vips de la capital. Lo mantuvo hasta hace siete meses, cuando tuvo "un problema" y lo despidieron, según explicó su hermano Domingo. Desde entonces no había encontrado un empleo.

Rodríguez Noboa estaba soltero, pero tenía una amistad especial con la tía de la fallecida, Victoria, que ayer negó que fueran novios como señalaron fuentes policiales y de la propia familia el sábado. "Sólo tonteábamos, nada más. No era mi pareja consolidada ni nada parecido", aseguró ayer Victoria, de 48 años, en la cocina de la casa de su hermana. Se conocieron en febrero cuando Rodríguez Noboa se mudó a su barrio, La Elipa, en Ciudad Lineal. Victoria comenzó a quedar con él de vez en cuando "para cocinar o ir a casa de los amigos", explica. Sus hermanas también lo conocieron, coincidieron alguna tarde.

Ninguna sospechó de un chico "que parecía muy generoso", según Victoria. Eso le permitió mudarse con Amalia y su hija cuando decidieron trasladarse a Vallecas. Le dejaron una habitación que salía más barata que la de La Elipa, por la que pagaba 200 euros. "Él mismo se encargó de la mudanza, siempre estaba dispuesto a ayudar", según Victoria, que ayer confesó que se siente culpable por lo ocurrido. "Si yo no le hubiera propuesto a mi hermana que le diera una habitación...", se lamenta.

"Quiero volver a mi país con mi hija"

Amalia apenas concilió el sueño anteanoche un par de horas. Con tranquilizantes, tras una segunda visita de los médicos de madrugada, rodeada de amigos y familia todo el tiempo. Ayer acudió al Instituto Anatómico Forense con sus hermanas para reclamar el cuerpo de María Mercedes, apuñalada a los 12 años. Aún creía que era un mal sueño. "Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo", deseaba después en la casa de la hermana.

Hasta el domicilio, en el barrio de Simancas (San Blas), se acercó el cónsul general de la República Dominicana, Marcos Cross. "Ayúdeme a llevarme a mi niña a Santo Domingo, quiero volver con ella", le pedía insistentemente la madre. La repatriación del cadáver requiere una autorización judicial. El cónsul prometió hacer todo lo posible antes de abandonar la casa.

La mujer ya no quiere quedarse en España, adonde llegó buscando un sueño. De donde se trajo hace casi dos años a su hija pequeña, que estaba a punto de empezar el instituto tras conseguir unas notas excelentes y un diploma por su dedicación en la primaria.

En su país aún viven su ex marido y dos de sus cuatro hijos. Los dos mayores, ya con la vida resuelta. El tercero, José Miguel, murió hace tres años ahogado en un río. Y ahora esto. La mujer intenta echarse a dormir en la cama de una de las tres hermanas que están allí para cuidarla. La última llegó de madrugada de Holanda, donde vive desde hace más de dos décadas. Antes de recostarse, descubre en la cómoda las fotos de María Mercedes. "¡Mi niña, quiero que me devuelvan a mi niña!", grita llorando.

Y luego recuerda los últimos instantes con su hija el sábado. El día de la muerte, antes de ir a trabajar a la residencia de ancianos en la que está empleada, María Mercedes le enseñó la ropa que se iba a poner cuando volviera. Habían quedado para dar un paseo. Ya no la volvió a ver más.

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