Espejismos en la piscina
El primer día de carreras se salda con cinco récords mundiales y una exhibición de bañadores prohibidos desde 2010
Antes nadaban los hombres. Unos contra otros. Ahora nadan los hombres con la ayuda de los bañadores tecnológicos, de forma que nunca se sabe dónde termina el nadador y dónde empieza el bañador. La primera jornada de carreras de los Mundiales de natación de Roma se saldó con una tormenta de cinco récords mundiales y un desfile de cuerpos recauchutados con tres marcas que se disputaron las medallas para gloria de la industria textil: Arena, Jaked y Speedo. Los modelos que se emplearon para hacer esta escabechina en el ránking estarán prohibidos a partir de 2010. Aunque los ejecutivos de la FINA (federación internacional) se nieguen a revisar las marcas, aunque como ayer se ufanen del fragor con que el público jaleó cada cronometraje, lo cierto es que dentro de unos años estos tiempos quedarán en el limbo. Se observarán como una aberración. Un paréntesis oscuro en la historia de un deporte que durante un siglo engrandeció la figura de los nadadores como hombres que se enfrentaban a los elementos sin intermediarios. Esto nunca fue tenis, ni golf ni fórmula 1. Esto, hasta que la FINA hizo la vista gorda, siempre fue la humanidad contra el agua. Sin palos, sin máquinas, sin raquetas. Sin bañadores que ayudan a flotar y aumentan el deslizamiento.
Lochte: "Estamos felices de que el año próximo vuelvan los viejos 'banana-slip"
Durante los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, los nadadores se preocuparon por las condiciones de la piscina al aire libre. Dijeron que el viento, el pequeño oleaje que producía, les impedía ir todo lo rápido que podían. Eran otros tiempos. Antes, cualquier pequeño detalle impedía batir un récord. Desde hace un par de años lo extraño es que los récords no se sucedan en cada final o en cada semifinal. Ayer, sobre la piscina del Foro Itálico sopló el viento del mar. El ponentino, como le llaman los romanos, sopló contra la pared de llegadas. El oleaje no impidió que se batieran cinco récords del mundo, entre ellos los dos más antiguos. La tarde fue un desfile de nadadores embutidos en polipropileno. Todo empezó con el alemán Paul Biedermann y su bañador Arena. Entre ambos batieron el mítico récord de 400 metros libre de Ian Thorpe en una centésima de segundo: de 40m 40,08s a 40m40,07s. El cuarteto de chicas holandesas, con una mezcla de Speedo y Jaked, bajó dos segundos su propia plusmarca para salvar los 400 metros del relevo en 3m 31,72s. La estadounidense Ariana Kukors, ayudada por un Arena, situó el récord de 200 estilos en 2m 7,3s. Federica Pellegrini, que está patrocinada por Arena, nadó con Jaked para batirse a sí misma consiguiendo hacer la final de 400 libre en 3m 59,15s. En las semifinales de 100 mariposa, la sueca Sarah Sjostrom se deslizó mejor gracias a su Arena para rebajar la legendaria marca de Inge de Bruijin en Sidney 2000 haciendo 56,44s.
La paradoja de la primera jornada de carreras en Roma fue que la única final en la que no se batió un récord mundial fue la que nadó, y ganó, Michael Phelps ayudado por sus compañeros del relevo estadounidense. Ocurrió en la última de la tarde: los 4x100 metros libre. Se impuso Estados Unidos con un tiempo de 3m 9,21s. Phelps, que nadó la primera posta, demostró que no está en su mejor forma. Ha venido a Roma para divertirse. Mientras tanto, ganó su primer oro. Se lo debe en buena parte a Ryan Lochte, un tipo que, como el propio Phelps, usó un bañador que tiene más de un año y que, por tanto, no va tan rápido como el que llevaban los rusos (plata con Arena) y los franceses (bronce con Arena y Jaked).
Lochte expresó el sentimiento de sus compañeros tras la carrera, bajo la atenta mirada de Phelps, que se tronchó de risa: "Estamos felices de que, para 2010, la natación vuelva a ser de los nadadores. Y que volvamos a usar los viejos banana-slip que llevábamos en la escuela".
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