El señor de las preguntas
El tercer puesto de Armstrong no resuelve las dudas que provocó su extraño retorno
¿Ha sido un éxito o un fracaso el tercer puesto de Lance Armstrong en el Tour? ¿Será un gozo o una pesadilla ocupar el peldaño más bajo del podio con Alberto Contador en el más alto? ¿Es bueno o es malo para el ciclismo que un corredor de 38 años, después de cuatro retirado, sea capaz de alcanzar la tercera plaza casi sin riesgos? Armstrong, siempre Armstrong, filias y fobias, siempre en primer plano, el más perseguido por los cazautógrafos, por las cámaras de televisión. ¿Ha sido Armstrong la figura del Tour?
Todas las preguntas conducen a Lance, el tejano de hierro, el ironman para unos, el señor soberbio para otros. Entre medias, jamás la indiferencia. "Gracias a Armstrong, este Tour ha podido sobrevivir las dos primeras semanas", comentaba en el Mont Ventoux un aficionado español que había seguido las etapas alpinas. Es un pensamiento general: el dominio absoluto de Alberto Contador, sólo exigido por Andy Schleck, habría construido el Tour más rutinario de los últimos años. El estadounidense ha sido el pícaro en el reino de Contador.
Armstrong le ha dado al Tour el elemento mediático que la nueva generación de ciclistas aún no posee. Le ha dado incluso el morbo de apostar sobre sus prestaciones finales y de ver a dos gallos pelear en el mismo corral del Astana. En ese sentido, Armstrong no ha fallado. Amparado en el mejor equipo del Tour (casi todo él a su servicio en detrimento de Contador), ha demostrado dos cosas: que es capaz de ser tercero y que no es capaz de ganar mientras un tal Alberto (al que definió como "muy, muy, muy bueno") o un tal Andy Schleck se entrometan en su camino. Como él mismo dijo en Verbier, "Contador gana como los campeones: cuando todos van a tope, él es capaz de acelerar un poco más". Además, el español también le enseñó el sillín en la contrarreloj. Su octavo Tour parece una misión imposible, aunque asegure que el próximo año estará mejor. Más tranquilo, sin duda. El RadioShack será un equipo a su servicio, sin la avispa de Contador. Ambos libres el uno del otro y con demasiadas cuentas pendientes en la mochila.
Armstrong le ha ganado a Contador la batalla mediática porque el guión estaba escrito, pero no ha podido ganar la psicológica ni la deportiva. En ambas, el chico de Pinto ha mantenido la agenda prevista. Su GPS no ha perdido ni un segundo la señal.
¿Ha cumplido Armstrong su objetivo? Ni sí ni no. Lance quería ganar su octavo Tour, pero no supo medir el valor de Contador y lo ha perdido. Pero Armstrong quería demostrar también que, ganando o perdiendo, seguía siendo el más grande. Y en eso su tercera posición le glorifica. Pero su mito se basa en el éxito y ni su entorno ni su país admiran a los perdedores.
Con siete éxitos en su maillot, más de los que nadie logre quizás nunca, Armstrong asumió el reto de luchar contra sí mismo, incluso contra el tiempo, incluso contra la lógica de la genética y de la preparación. Le dio el punto torero (los más aficionados a los retornos) cuando creyó que el Tour no tenía dueño y que la ausencia de figuras le abría un pasillo al paraíso, pero tropezó con Contador, que ejercía de portero del cielo con la misma inflexibilidad que los guardianes de las puertas de acceso a los lugares privilegiados del Tour protegen las vallas. Es más fácil saludar al presidente de Francia, Sarkozy, en Bourg Saint-Maurice que pasar del espacio de prensa al de "nuevos medios".
¿Tiene futuro Armstrong? Él cree que sí, pero tiene clavada en un ganglio la espina de Contador. De pronto, ha encontrado a un rival que le ofende con su juventud y le domina en todos los terrenos. A Armstrong le queda la veteranía, el orgullo de ser el único que puede rendir así a su edad, de dominar el pelotón anglosajón, de ser capaz de tender emboscadas en cualquier territorio. Y de tener siempre el autobús de su equipo como la limusina de un cantante de rock. Para eso no le hace falta ni ganar etapas. En este Tour no ha ganado ninguna.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.