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Un país de pescadores

La respuesta al porqué de cada proceso migratorio siempre está en cuestiones laborales. El municipio vizcaíno de Markina, por ejemplo, es uno de los pocos de toda Euskadi donde el porcentaje de inmigrantes supera el listón del 10%, en gran parte debido a que la localidad se ha convertido en una ciudad dormitorio para los arrantzales senegaleses que trabajan en la vecina Ondarroa, uno de los centros neurálgicos de esta colonia. Desde entonces, algunos incluso se han instalado con sus familias en la comarca y han dejado atrás la épica del trabajo en el mar por uno más apacible en la industria de la zona.

El contacto con los buques vascos que faenaban en Senegal -este país tiene un potente sector pesquero, del que viven directamente unas 60.000 personas y otras 600.000 indirectamente- propició las primeras contrataciones. El boca a oreja y las recomendaciones de familiares y amigos tejieron una red que propició la llegada de arrantzales senegaleses. Ante la falta de dedicación a las tareas del mar por parte de la juventud de las localidades costeras y la dificultad de cubrir los puestos vacantes en el sector, tramitar los permisos de trabajo ha sido un proceso mucho más accesible. En la pasada legislatura, el Gobierno central quiso fomentar las contrataciones en origen en el sector pesquero para frenar la salida de cayucos desde Senegal.

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