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Reportaje:

El arte de ver otra ciudad

Los artistas Marlon de Azambuja y Tamara Arroyo crean nuevas maneras de mirar Madrid en Matadero

Patricia Ortega Dolz

A él le basta y le sobra con un rollo de cinta aislante. Ella se inventó una isla (Legázpolis) y un mapa mudo. Él, Marlo de Azambuja (San Antonio da Patrulha, Brasil, 1978) comenzó a subrayar el espacio urbano con cinta adhesiva hace ahora tres años (pegando cinta de colores en bancos, farolas o paradas de autobús). Ella, Tamara Arroyo (Madrid, 1972), puso en el mapa (y con muchos luminosos) la Strip de Delicias, una calle, como la Strip de Las Vegas (que parte en dos la ciudad), llena de comercios y locales de inmigrantes del barrio de Legazpi y de los alrededores del Centro Cultural Matadero, donde -desde ayer y hasta finales de septiembre- pueden verse ambas propuestas.

Dos formas de recortar la ciudad, dos maneras de mirarla con mucho arte, hasta el punto de hacerla otra, de descubrir otros aspectos nunca vistos pero que siempre estuvieron ahí.

A él le basta con un rollo de cinta aislante, y ella se ha inventado una isla

"Mi obsesión por los límites y las fronteras empezó cuando llegué a Madrid, hace ahora cuatro años, y descubrí que ponían azufre en las bases de los edificios para evitar que measen los perros. El color verdoso de ese elemento químico marcaba las líneas esenciales de construcciones que habían sido testigos de siglos de historia de la ciudad", cuenta de Azambuja. "Y empecé a hacer lo mismo pero con harina", dice.

El salto a la cinta aislante vino después. "Conseguí un trabajo haciendo paquetes en una tienda de fotografía, descubrí que había cinta aislante de colores y empecé a explorar las posibilidades del material", explica este joven artista que, pese a ser reconocido en su país (sus obras forman parte de grandes museos de Brasil, como el Oscar Niemeyer), no era nadie cuando llegó a Madrid, no tenía papeles y llegó a vivir en la calle.

"Esa experiencia me sirvió mucho para repensar mi trabajo y aprender de la ciudad", asegura ahora que los policías y los trabajadores de limpieza se han acostumbrado a verle por las calles, apropiándose del espacio público ("de todos y también mío", dice) creando muros de plástico rojo entre dos farolas del paseo del Prado, embalando un banco hasta convertirlo en un cubículo futurista ("donde se instaló un indigente"), o precintando una fuente con cinta blanca que simula la salida a chorro del agua (en la foto). Marlon es como un graffitero de la cinta aislante, una especie de Banksy de la cinta adhesiva.

Ahora, en el espacio Abierto por Obras de Matadero ha creado un túnel rojo (en la foto); ha delimitado un espacio que siempre estuvo ahí resaltando sus formas y su profundidad, convirtiendo el lugar y sus líneas en protagonistas. De ahí el nombre de la instalación: Potencial escultórico.

Tamara, en cambio, extrajo un trozo de mapa del distrito de Arganzuela ayudada por Google maps. Lo convirtió en una isla rodeada de agua (Legázpolis) y la redescubrió con sus habitantes: niños que dibujaron sobre papel su itinerario de vuelta a casa; transeúntes a los que se pidió, en el lugar en que se encontraban, que marcasen en trozos de periódico su ubicación en el barrio; vecinos... Con ellos, Arroyo ha generado una cartografía nueva, un pedazo de ciudad con otra leyenda que puede verse en www.mundolegazpi.intermediae.es. Dos miradas, dos recortes: el arte de ver otra ciudad.

Potencial Escultórico. Abierto X Obras. Hasta el 20 de septiembre. Y Legázpolis. Intermediae. Hasta el 27 de septiembre. Ambas, en el Centro Cultural Matadero.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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