Liberalización eléctrica
Nunca se termina de aprender en esta vida. Cuando compré mi casa hace cinco años, aprendí a ir de procesión por bancos y cajas, conocí al misterioso Euríbor y entendí por qué las madres han soñado tantas veces con que sus hijas se casen con un notario.
El año pasado recordé lo que era la potencia eléctrica contratada, cuando pagué unos 400 euros para adaptar mi cuadro eléctrico a la nueva normativa de tarifas de potencia, hecho que engordó mi factura bimensual en verano considerablemente.
Este verano me toca pasar horas sentada frente al ordenador comparando las nuevas tarifas eléctricas y buscando alguna oferta para sustituir a mi antigua tarifa nocturna, rebautizada ahora como 11.5 Kw-no-hay-ofertas-para-ti-muévete-si-te-atreves.
¡Ah!, tampoco conocía antes a los defensores de los consumidores de la organización Facua y sus estudios sobre las eléctricas y su publicidad engañosa y engañante.
Y estoy aprendiendo tanto, que espero que el año que viene se liberalice algún que otro sector para poder aprender a vendarme un brazo yo misma o enseñar a mis sobrinos a leer y a escribir.
Todo gracias a la información y previsión ofrecidas por el Gobierno de España. Está claro que se procura la felicidad de los ciudadanos a través de la desinformación de los mismos. ¡Bendita ignorancia.
