Pueblo abandonado, ritos satánicos
Varios años después del último aquelarre, Hórreos vuelve a tener vecinos
Cuando se marcha el último vecino de un lugar, aquí los viejos suelen decir que "se cierra el pueblo". Hórreos, cabecera parroquial, con 30 casas grandes, camposanto e iglesia, es un símbolo porque fue el primer pueblo de O Courel que cerró. El último habitante emigró a Pancorbo hace tres décadas, y antes se fueron yendo todos los demás. A Ponferrada, a Barcelona, a Buenos Aires. Hay en la comarca quien dice que marcharon por la presión del Icona (Instituto para la Conservación de la Naturaleza), "empeñado en plantar pinos para luego apagar incendios". Cuentan los vecinos de otros pueblos que asistieron al éxodo de Hórreos que el Icona prohibió a la gente sacar el ganado a pastar en los terrenos repoblados con retoños de pino. "Los frieron a multas". Y entre esto y que el clima empezó a cambiar, y ya nevaba menos y había poca agua para todos, los del lugar se fueron yendo en cuanto les surgió una oportunidad.
Poco tiempo después de cerrar el pueblo, empezaron a llegar tribus de todo tipo. Dicen que hubo un intento de "colonia hippie" que no funcionó. Y también se cuenta que después "llegaron los punkies". En realidad, los vecinos de los pequeños pueblos de los alrededores, que cuando cerró Hórreos se quedaron sin parroquia, no saben muy bien cómo definir a los grupos de urbanitas que en sucesivas oleadas vinieron a okupar aquellas casas por entonces en perfecto estado.
Muchas estaban, además, completamente amuebladas. Pero este enclave de turismo rural gratuito cobró fama y sus visitantes se desmandaron. "Venían en coche de todas partes", recuerda Fina, gran contadora de historias de Ferramulín. "Aparcaban aquí y luego subían a Hórreos arrastrando una maletita de ruedas, como si fueran a un hotel". El camino del pueblo abandonado no valía ya para los turismos.
"Un noche, una pareja que venía de Hórreos llamó a la puerta de mi casa, tiritando, y me pidió si podía quedarse aquí hasta la mañana", sigue relatando Fina, "yo no les pregunté nada, pero al día siguiente me enteré de que habían hecho una hoguera sobre las tablas del suelo y le habían prendido fuego a la casa". Los incendios provocados por turistas okupa despreocupados de los bienes ajenos arrasaron en poco tiempo varias viviendas. Había gente que venía de paso y gente que estaba más o menos instalada en el lugar, y enseguida empezaron los desencuentros. El acontecimiento que trajo definitivamente la discordia fue el sacrificio de un caballo. En O Courel dicen que se trató de un rito satánico.
Era el caballo de Segundo. Un animal "boíño" que comía manzanas. El amo lo dejó un día en una huerta que tenía en Hórreos porque cojeaba de una pata, y cuando fue a recogerlo ya no lo encontró. Lo habían matado. Habían arrastrado el peso muerto adentro de una casa. Lo habían bajado por las escaleras, subido a una cama y abierto en canal. En el éxtasis de la ceremonia le arrancaron el corazón. Luego se rumoreó que había participado uno de Triacastela, pero nunca se llegó a identificar a los autores.
Los okupas más habituales desaparecieron. Para entonces, ya habían saqueado las viviendas, robado la cruz y las campanas de la iglesia y profanado unas cuantas tumbas. Las de aquellos difuntos que los de Ferramulín no salvaron trasladándolas al nuevo cementerio de su pueblo. De todas formas, los visitantes de fin de semana, llegados de toda España, siguieron viniendo de excursión a este pueblo fantasma que ni siquiera está señalizado en la carretera. Al menos hasta el verano pasado han prendido hogueras nocturnas y han dejado constancia de su paso en las paredes: "Moitos tiros metín aquí", firmado: Méndez. "Este es nuestro pueblo, forasteros", firmado: Arsenio, "el alcalde".
En 2007, Pedro y Pilar, músico de A Estrada y maestra de Lugo, decidieron comprar una de las casas en ruinas. Les costó mucho convencer a los propietarios, tuvieron que ir a Ponferrada para negociar con ellos, pero al final se la quedaron a cambio de 6.000 euros. Ahora, poco a poco y con ayuda de amigos, la van arreglando ellos mismos, y hace más de dos meses tuvieron un bebé. La pareja quiere montar una explotación de ganado caprino, y de momento ya tiene 50 cabras. Demasiadas pocas para acceder a las ayudas de la Xunta, pero suficientes para que se vuelva a oir el ruido de la vida por las calles de Hórreos. La niña, definitivamente, ha espantado todos los fantasmas. Y dentro de unos meses quizás llegue otra pareja. Son de Vigo y han comprado la casa de al lado por 4.000 euros.
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