Una gran historia
Stewart Cink gana su primer 'grande' tras un desempate con Tom Watson, que tuvo un 'putt' para conquistar por sexta vez el torneo a los 59 años
La historia la escriben también los perdedores, a veces con letras mayúsculas, con más gloria incluso que quien se lleva la fama. En la hemeroteca aparecerá el nombre de Stewart Cink, un estadounidense patilargo y rapado de 36 años, como el ganador del 138º Open Británico. Pero en el corazón y la mente de los aficionados éste será para siempre el torneo de Tom Watson, el jugador que, a punto de cumplir los 60 años, falló un último putt de dos metros en el hoyo 18 que le privó de la inmortalidad. Perdió entonces su ventaja de un golpe y llegó a un desempate a cuatro hoyos en el que Cink ya no tuvo piedad ni respeto por las canas.
La imagen de Watson antes del último hoyo, su rostro arrugado a punto de romper en lágrimas, resultó conmovedora. Fue, qué caprichosa es la historia, otro duelo al sol. Como el de 1977 en el mismo Turnberry. Entonces Watson destronó a Nicklaus, su héroe, para ganar el segundo de sus cinco Opens. Ayer, el mito era Watson. A Cink le costó dar rienda suelta a su alegría, como sintiéndose culpable.
"Crecí viendo a Watson por la televisión", dijo admirado el campéon
'El viejo' dejó que las cosas siguieran su ritmo natural, la victoria del más joven
La entrada en el hoyo 18 tras el desempate, cientos de aficionados puestos en pie, fue electricidad pura. La gente aplaudía a rabiar. A Cink, el campeón, abrazado al final por su mujer y sus hijos. A Watson, en agradecimiento a una lección inolvidable. El estadounidense aguantó todo el torneo como un faro en medio de la tormenta, genial desde el tee, sin perder ni una calle, salvando con el putt las situaciones más complicadas, siempre un maestro en los links que tan bien conoce.
La última jornada fue un tormento para todos los jugadores. Todos comenzaron a caer, a coleccionar bogeys uno tras otro, azotados por un viento cada vez más fuerte. Cayó Ross Fisher cuando era líder con un cuádruple bogey en el hoyo cinco, cayó el jovencísimo Chris Wood (21 años) y también Lee Westwood (van 10 ediciones sin campeón británico) porque le faltó un centímetro para un eagle en el 17, y a Watson sólo le aguantó el tipo Cink.
El viejo, como le llamó cariñosamente Sergio García, entró en el último hoyo a un dedo de la gloria. Si conseguía el par, ganaría su sexto Open igualando el récord de Harry Vardon, sumaría su noveno grande, sería el ganador más longevo de un major, tendría la mayor diferencia entre una victoria y otra (26 años)... Pero se salió del green, se pasó de largo con el tercer golpe y falló el putt final. Un gran ooohhh llenó Turnberry.
Al desempate con Cink llegó Watson con la misma paz de los cuatro días. Vestía de azul, como en sus anteriores victorias en el Open. Siempre sonriendo, paseando con las manos a la espalda o en los bolsillos, como en una tarde junto a la playa con sus nietos. Su juego en el playoff, sin embargo, no se pareció en nada al del resto del torneo, como si hubiera llegado al final sin una gota de golf más. Perdió las calles, se fue a los bunkers y dejó que las cosas siguieran su ritmo natural, o sea, la victoria del más joven, alto y fuerte.
Cink ganó su primer grande en 50 participaciones, su 13ª victoria profesional. "Ha sido una experiencia increíble para mí. Crecí viendo a Watson por la televisión y esperando seguir algún día sus pasos en el Open Británico. Hoy ha retrocedido en el tiempo y me he emocionando formando parte de algo tan especial", dijo Cink.
En otra costa, junto a otro campo bañado por el mar, Severiano Ballesteros invitó ayer a comer a Chema Olazábal a casa. Un paseo por la playa de Pedreña, buena comida y una tarde de golf por televisión. Los dos sentados frente a la pantalla con la añoranza en los ojos. Mi querido Open Británico, diría Seve, quien, testarudo, aseguró ayer que sí, que quiere jugar en Saint Andrews en 2010, y encontrarse allí con Watson.
Antes del torneo, Watson decía: "Turnberry es un campo donde siento que lo puedo hacer bien. Todavía tengo una oportunidad aquí. La clave es tener la experiencia de jugar con diferentes vientos, yo la tengo y los novatos, no. En septiembre cumpliré 60 años, así que en Saint Andrews, en 2010, jugaré mi último Open porque se me acaba la exención. A no ser que lo haga muy bien aquí, aunque eso sería una gran historia, ¿no?". Lo fue.
Clasificación final: 1. Stewart Cink (EE UU), 278. 2. Tom Watson (EE UU), 278. 3. C. Wood (Ing.) y L. Westwood (Ing.), 279. 5. L. Donald (Ing.) y R. Goosen (Sur.), 280. 13. M. Á. Jiménez, 282. 38. S. García, 286. 47. G. Fernández-Castaño, 288.
La premonición de 'el viejo'
"Esto no es un funeral", tuvo que animar Watson al entrevistador poco después de que acabara el desempate. "Pero sí, es una gran decepción y me costará digerirlo porque tuve un putt para ganar en el último hoyo y lo fallé", añadió el estadounidense, quien admitió que se equivocó en la última elección de palos. Watson conocía de memoria Turnberry, su amado campo, donde ganó la primera vez que se disputó aquí el torneo.
"Con la excepción de un par de hoyos, he jugado golpes muy similares a los de 1977", comentaba antes del torneo. Y luego demostró su conocimiento del terreno. Para un estadounidense es difícil decir que prefiere jugar en cualquier link inglés o escocés que en el mítico campo de Augusta, donde se disputa el Masters. Pero así es Watson. "En Estados Unidos se juega mucho por el aire, y en el Open, por bajo. Esta semana soñaba con el triunfo, sabía que podía hacer algo importante por la forma en que estaba jugando y por lo bien que conozco este campo. Y el sueño casi se convirtió en realidad. Me quedo con todo el calor de la gente, con toda la espiritualidad. Había algo especial ahí fuera, y eso me ayudó. Esto es Turnberry, tengo grandes recuerdos de aquí. Y éste será uno que permanecerá para siempre".
Los golfistas españoles fueron al final meros espectadores de la jornada final. Gonzalo Fernández-Castaño acabó con prisas por coger el vuelo de regreso a España después de cinco semanas de torneos y entrenamientos, todavía fastidiado por sus problemas con el putt, y Jiménez lamentó la tercera mala jornada, la que le privó de estar ayer entre los mejores. Como a Sergio García, aún "al 60%" de su juego tras un mal bache. "He de tener paciencia, me falta un poco de confianza. Cada vez que sacaba la cabeza en la vuelta de hoyo, la liaba y vuelta al hoyo", explicó resignado. El castellonense podrá al menos contar que durante los dos primeros días compartió campo con Mister Watson.
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