Los telones de la historia
El semiólogo Roland Barthes, en su ensayo La cámara lúcida, decía que toda fotografía posee dos elementos de interés: el studium y el punctum. El studium es aquello que tiene la fotografía de cultura, de preparación y, si se quiere, de oficio, mientras que el punctum, por el contrario, se debe al azar y atrae la atención del espectador por medio de un detalle, un gesto o una presencia inoportunos. En torno a la valoración dialéctica de estos dos elementos se ha generado toda una teoría crítica de lo fotográfico, pero cuando se observan las grandes fotografías que ahora muestra Frank Thiel (Berlín Este, 1966) esta teoría parece resultar inútil ya que en ellas se puede apreciar una enorme cantidad de studium y una premeditada y voluntariosa ausencia de punctum.
Los telones de la historia
Frank Thiel
Galería Helga de Alvear
Doctor Fourquet, 12. Madrid
Hasta el 31 de julio
Lo que el espectador puede ver en las diez fotografías de tamaño enorme que se exhiben en Madrid son unas cortinas. Simples telas de cortinas, estampadas o con colores lisos, formando ondulaciones innaturalmente rectilíneas, impecablemente compuestas para producir ritmos, que han sido reproducidas a un tamaño mayor que el natural, lo que permite ver con pasmosa realidad la urdimbre y la trama de cada una de ellas. El efecto que producen estas fotografías es el de la pintura abstracta de campos de color. Parece que nos hemos situado ante cuadros abstractos en los que las líneas y los tonos en vez de haberse pintado han sido extraídos de superficies reales. En estas imágenes todo destila objetividad, sin embargo, nada más alejado de la realidad que estas fotografías ya que un studium, enormemente elaborado, ha conducido al fotógrafo a tomar unas determinadas cortinas reales, lavarlas y plancharlas hasta dejarlas inmaculadas, tensar las telas y colocar cuidadosamente los pliegues de manera que queden totalmente paralelos, iluminarlas por delante y filtrar luz por detrás, encuadrar y enfocar el fragmento siguiendo las líneas de la urdimbre del tejido para hacer evidente una supuesta "realidad objetiva".
Pero no todo lo que se ve en estas fotografías procede de una exquisita preparación técnica, no todo este escenario ha sido preparado para una mera contemplación fenomenológica, ya que detrás de estas cortinas está escondida la historia. El tipo de tejido, los colores y, sobre todo, los temas de los estampados, corresponden a una época y una geografía determinadas. Para quienes, como es el caso del fotógrafo, han vivido en la Alemania del Este antes de la "caída del muro" estas cortinas recordaran los despachos oficiales de las oficinas estatales. Ellas eran las notas de color, los industrializados detalles de personalización y humanización de la función pública. La obsesión y la distancia hacen que estas tramas de hilos, serena y pacientemente colocados, se agiganten ante los ojos del espectador, como en una pesadilla. El pasado (la muerte para Roland Barthes) se hace presente en los detalles superfluos y el punctum escapa fuera del marco que limita las imágenes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.