Con el corazón encogido
Sigo con el corazón encogido. Te vi a ti y a tu hijo, de unos 10 años, contentos de iniciar vacaciones, en el aeropuerto de Barcelona.
De repente salió de algún sitio ese animal inmenso que, amenazante y a gritos, te arrancó las tarjetas de embarque de las manos, rojo de ira sólo porque las tenías tú en tus manos...
Te vi comenzar a llorar bajito, vi llorar a tu hijo, los dos sin una queja ni una palabra; te vi arroparlo y ampararlo, a tu hijo, mientras él, tu marido, se alejaba satisfecho a hablar sonriendo por su móvil.
Quise ir corriendo, me dio miedo, me quedé paralizada. Quise acercarme a decirte que pidieras ayuda, que si necesitabas ayuda... Pero si hago eso, creo que él te mata al llegar a tu destino, y yo no sé cómo ayudarte, ya que intuyo que si eso es así en la terminal del aeropuerto, qué es lo que no vivirás tú a puerta cerrada.
Vete, sal corriendo, pide ayuda. No sé qué puedo decirte, te vi prisionera de ese hombre. Ojalá reúnas fuerza y cojas a tu hijo y te puedas ir lejos; la vida puede ser muy hermosa con poco que tengamos. Pensaré en ti durante mucho tiempo.
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