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Reportaje:

Relato de un octogenario con alma de mochilero

Expone en Madrid Nereo López, el fotógrafo que ha acompañado desde sus orígenes a García Márquez

Viste una camisa azul turquesa, y lleva una boina negra, pero es el reloj que lleva el que lo delata. Tiene una esfera negra de casi tres centímetros y sería propio de un hombre joven. Pero el fotógrafo colombiano Nereo López tiene 88 años y hace siete que se mudó, en plan veinteañero, a Nueva York, asegura, "porque la vida me lo pidió". Dejó su vida en Bogotá de hombre divorciado (tres veces) y sus clases de fotografía tras recibir "la invitación de unas amigas" para compartir piso. Y no vacila en perseguir esos impulsos. Son los mismos que le llevaron a recorrer su Colombia natal, donde forjó una prolífica trayectoria como fotoperiodista, un oficio que describe como el de un cazador. "Yo vivo para esto, no me canso de observar. Hago fotografías hasta sin cámaras", bromea.

Con 81 años, lo dejó todo en Colombia y se mudó a Nueva York

Algunas de esas fotografías, de las que sí ha hecho con cámaras, forman parte de la exposición Colombia por Nereo. Pequeñas historias del fotógrafo colombiano Nereo López, que reúne 30 imágenes que relatan el siglo XX colombiano y que se exhiben en la estación de metro de Retiro hasta el 30 de este mes. La muestra forma parte del programa Colombia, más cerca, que organiza la Embajada en España del país suramericano.

Es la primera vez que su trabajo se expone aquí y la segunda que visita Madrid, ciudad que conoció en los sesenta. "Dicen que ha cambiado, pero el centro lo veo igual. Me trae recuerdos, es como armar un rompecabezas", explica. "Un fotógrafo es testigo de su momento. Yo era un reportero que contaba historias a través de imágenes", comenta. Imágenes como un viejo buque atracado junto a un río o un joven Gabriel García Márquez son algunas de las instantáneas que forman la muestra. La fotografía evoca la amistad que une a los artistas. Nereo ha retratado al escritor colombiano desde sus inicios hasta la recepción del premio Nobel de Literatura en 1982. Viajó a Estocolmo como el fotógrafo designado por el Gobierno colombiano.

La amistad se remonta hasta su juventud. Ambos compartieron mesa en La Cueva, un bar de cazadores y pescadores que se convirtió en la guarida del Grupo Barranquilla, que reunía a creadores de la región. La Cueva, describe, dejó de ser el refugio de artistas para convertirse en otro bar "de moda" e "intelectual", palabra que detesta. "Lo único que queda de aquella época son las fotos del grupo, que yo hice", se lamenta.

Algunas de las confabulaciones de aquella cuadrilla culminaron en proyectos (el cortometraje de 1954 La langosta azul fue escrito por García Márquez y fotografiado por Nereo), pero la vida terminó por calar en el grupo. "A García Márquez

[en ningún momento le llama Gabo] le perdí el rastro hace mucho tiempo. Ya no le veo. Sus amigos somos los de toda la vida, pero con el tiempo se pierde el contacto".

Sobre el cambio radical en el oficio del fotógrafo opina que la tecnología permite dedicarse exclusivamente a la creatividad. Comenta que la modernidad privilegia a la imagen. Subraya que en sus imágenes nunca falta el toque humano. En la mirada de unos niños en una feria, en la silueta de unos veraneantes a las orillas de río Magdalena o en el rostro sonriente del escritor colombiano Manuel Zapata Olivella (1920-2004). El cazador no se ha retirado. Aún busca imágenes por Nueva York. El libro Nereo: images from half a century fue publicado en EE UU el año pasado. Celebra con entusiasmo la digitalización del oficio. "Si no fuera así, ya no podría trabajar. No podría cargar equipos tan pesados", explica. Ahora le acompaña una pequeña cámara digital. "Pero ya no soy un profesional, ahora soy un aficionado", comenta. Cuando un fotógrafo con una trayectoria de medio siglo dice tal cosa, es inevitable preguntar la razón. La respuesta es elocuente. "El profesional cobra".

El fotógrafo colombiano Nereo López, en Madrid.
El fotógrafo colombiano Nereo López, en Madrid.ÁLVARO GARCÍA

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