Huntelaar se queda en Madrid
El delantero holandés no viaja a la prentemporada en Irlanda y estudia ofertas para dejar el club
Raúl fue el primero hasta en pasar los controles de seguridad del aeropuerto de Barajas. Es como si no hubiese perdonado que Pellegrini dijera el domingo en rueda de prensa que Cristiano era el primero que llegaba todos los días a los entrenamientos. El capitán tomó ventaja ayer y reivindicó su estatus de capitán, de hombre fuerte. Bajó del autocar encabezando el grupo e enfiló los arcos de seguridad. Le siguieron Pepe, Cristiano Ronaldo, Metzelder y Van Nistelrooy. Detrás de ellos, el resto de la expedición madridista, un total de 30 jugadores incluidos seis canteranos. Estaban todos menos Klass Jan Huntelaar, el delantero holandés por el que Mijatovic y Calderón pagaron 27 millones de euros en diciembre. Iba a reforzar el equipo para los octavos de Champions y ni siquiera pudo jugarlos. El club tuvo que elegir entre él y Lass Diarra, el otro fichaje de invierno.
El ex punta del Ajax no entra en los planes de Manuel Pellegrini. Al técnico chileno, igual que al director general deportivo, Jorge Valdano, no le gustan los delanteros de área. Prefieren a los que se mueven fuera de ella. El pasado domingo, Pellegrini dijo que, aunque le incomodara tener a una plantilla tan larga, su trabajo era "no discriminar a nadie" y que todos los que estaban entrenándose a diario en Valdebebas viajarían a Irlanda. Pero Huntelaar, el sexto delantero de la plantilla, tiene una oferta del Stuttgart y en los últimos días ha sido invitado por la dirección deportiva a aceptarla. Él, por su parte, dice que tiene dos ofertas más y que quiere tiempo para estudiar cuál podría ser su mejor destino.
Mientras, sus ex compañeros empiezan hoy la pretemporada. Lo hacen con el cocinero de siempre, Chechu (que se ha llevado a Irlanda pasta en cantidades industriales) uno de los pocos que sigue en el club tras la llegada de Florentino Pérez, los médicos de siempre y un nuevo cuerpo técnico. Pellegrini ha dispuesto hasta tres sesiones diarias de entrenamiento -la primera a las 8 de la mañana y la última a las 18.30, con la novedad de que, por primera vez en los últimos años, es a puerta cerrada-, algo que ni siquiera Fabio Capello, un adicto a la cultura del trabajo, se había atrevido a hacer.
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