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Análisis:DESDE MI SILLA DE RUEDAS | TOUR 2009 | Quinta etapa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los guantes de Thomas

Como hace un par de días, el viento volvió a no soplar al gusto de todos. El viento lo que es soplar, soplaba, se veía en las imágenes, pero después de la lección de anteayer, nadie estaba dispuesto a ser el protagonista negativo del día.

Fue el viento el que hizo que una escapada en principio intrascendente se transformase en la fórmula del día para la victoria. Nadie lo hubiese apostado en la salida; y estoy seguro de que según transcurrían los kilómetros, ni siquiera los seis integrantes de la fuga lo hubiesen hecho por ellos mismos.

Pero la fuga llegó, o mejor dicho, de la fuga salió el vencedor, para su propia sorpresa. Un Thomas Voeckler que no se lo creía aún mientras levantaba los brazos por delante de un sorprendido pelotón.

Y es que hubo un momento en el que la fuga estaba prácticamente anulada. Se formaron abanicos en el pelotón, y la tensión hizo que la velocidad subiese y que la diferencia de la fuga quedase prácticamente anulada. Mi equipo, que parece gafado aunque yo me declaro inocente, vio como Menchov se quedaba cortado en el segundo grupo. Al final los dos grupos se fusionaron, pero lo peor fue que Gesink se calló y sufrió lo indecible para mantenerse en un tercer grupo, del que finalmente se descolgó. Se dolía de la muñeca y, conociéndole, seguro que se ha hecho bastante daño, porque éste no es de los que se queja gratuitamente. A ver si esta tarde no recibo malas noticias, pero todo parece indicar que su Tour ha terminado antes de cruzar la frontera española.

En cuanto a Voeckler, un corredor que -por qué no decirlo- no me cae especialmente simpático, destacar un detalle que no me gustó, y otro -más intrascendente- que me resultó familiar. No me gustó su forma de atacar, aunque reconozco que en su caso es casi norma de la casa. Demostró ser el más fuerte de la escapada neutralizando los ataques de Ignatiev, pero tras un amago de ataque en el que consiguió unos metros de la manera más tonta y luego apretó probando suerte, el ataque bueno lo realizó arriesgando por el interior en la salida de una rotonda. Ignatiev quiso saltar a por él, pero se vio frenado por la trazada de sus compañeros de fuga a la hora de negociar la curva. Y tras ese frenazo, por la indecisión propia de esos momentos, el francés fue ganando unos metros que luego se demostraron decisivos. Algunos lo llamarán zorrería y pueden tener hasta razón, pero eso no cambia mi modo de pensar: no me gustó ni cómo ni dónde arrancó, a pesar de la efectividad de la acción.

Y el otro detalle, el familiar, fue el hecho de verle subir al podio, 15 minutos después de terminada la etapa, con los guantes aún puestos. Me hizo gracia; entre la emoción del momento, las enhorabuenas, los besos y abrazos, los saludos, las fotos y autógrafos, un traguito de agua, y las entrevistas al pie de cañón aún resoplando por el esfuerzo, se vio Thomas ya en lo alto del podio recogiendo los honores al ganador de la etapa sin ni siquiera acordarse de quitarse los guantes. Me recordó a una foto que tengo de una de mis -escasas- victorias en las que aún tengo en el podio el pinganillo de la radio colgando de mi oreja derecha. Algún día te reirás Thomas, que eso queda en la hemeroteca; ese recuerdo ligado a unos guantes de esa etapa que nunca hubieses pensado en ganar.

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