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Columna
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Muertos de hambre

Morir de hambre en su tierra o morir ahogado en el Estrecho. Ésa es la disyuntiva que miles de africanos se plantean cada mañana. Los más fuertes, los más audaces, eligen la segunda opción. A veces, un golpe de mar traicionero frustra sus esperanzas de llegar a lo que ellos creen el paraíso europeo. ¡Pobres! No saben lo que les espera.

Este mes de junio se iniciaba con una nueva tragedia. En Tarifa eran recogidos 22 subsaharianos de una patera naufragada. En el fondo del mar quedaban otros tantos, entre ellos ocho niños. Hace solo tres días, otra barcaza se hundía en Barbate. Se encontraron ocho cadáveres.

El flujo de pateras ha aumentado con la llegada del verano. Este año, más de 1.500 africanos han arribado a las costas andaluzas. Almería, con 716, es la provincia que recibió un mayor número de inmigrantes.

En los últimos días de junio se han conocido algunos datos que confirman la razón última que mueve a miles de personas a huir de su hogar: el hambre. Además de las guerras, de la opresión y de la falta de libertad, la emigración hunde sus raíces en la hambruna.

La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) asegura en un informe que este año habrá 100 millones más de personas que pasarán hambre en el mundo. Con ello se batirá un triste récord: a final de 2009, un total de 1.020 millones de personas estarán hambrientas. Uno de cada seis habitantes del planeta. Asia con 642 millones y África subsahariana con 265 son los continentes más castigados. Pero no sólo en los países subdesarrollados hay escasez y miseria. En los países desarrollados, 15 millones de personas no tienen nada que llevarse a la boca. España, entre ellos.

Un informe de Caritas hecho público también estos días refleja que casi 600.000 personas viven de la misericordia pública. Son 200.000 más que el año pasado. La inmensa mayoría, un 75%, son inmigrantes. Como esos 500 inmigrantes procedentes de Mali que vagan estos días por las afueras de Lepe (Huelva) en busca de pan y trabajo. Pero no lo hay.

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Si en Huelva apenas han necesitado inmigrantes para recoger la fresa, las autoridades de Jaén anuncian que no precisarán braceros para la aceituna. Hay 34.000 trabajadores en paro inscritos en el Régimen Agrario, más unos cuantos miles de parados en la construcción. Un batallón para recoger aceituna. No hay trabajo para todos.

Las malas noticias no llegan solas: el subdelegado del Gobierno jiennense ha advertido que este año la red de 20 albergues de la provincia cerrará sus puertas a los inmigrantes sin papeles. Sólo acogerán a los que tengan permiso de residencia y de trabajo.

Habrá sin embargo quien se arriesgue y viaje en espera de encontrar un jornal de miseria. Mejor que morir de hambre. Lo acabamos de ver en Mataró. Más de 400 chinos trabajaban en condiciones infrahumanas en 72 talleres de confección. Por 12 horas de trabajo, 20 euros. Durmiendo por turnos en colchones arrojados en algún rincón del taller. En su país tardarían una semana en ganar ese dinero.

Lo más lacerante es que esos chinos cosían, dicen los informes policiales, para marcas de ropa de prestigio. Peor aún: aunque mil millones de seres humanos padecen hambre, en la tierra se producen más alimentos de los que se necesitan. Pero sucede lo de siempre desde que el mundo (capitalista) es mundo: la comida está mal repartida.

Mientras en la Europa aburguesada la obesidad infantil es cada vez un problema más preocupante, 19 millones de niños se encuentran en desnutrición aguda severa y 10.000 mueren cada día de hambre. Nos lo recuerda Médicos Sin Fronteras.

Ése es el drama al que se enfrentan cada mañana miles de africanos que sueñan con una patera y cruzar el Estrecho. Aunque les vaya la vida en ello. ¿Qué tienen que perder?

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