Condolencia
Querría expresar mis más sentidas condolencias. En primer lugar, a esas 700.000 personas que, según dicen, se tragaron por La 2 la inefable gala de la Academia de Televisión, emitida en falso directo pero con todos los fallos posibles, y unos cuantos fallos imposibles. Lo siento. De los datos de audiencia se deduce que hubo quienes se tragaron la gala entera; se ignora, evidentemente, si permanecieron despiertos. En caso de que fuera así, prefiero no saber por qué. Mi afición por las historias morbosas tiene un límite.
Condolencias muy sinceras, también, a quien tenga pensado seguir viendo televisión en verano. Incidentes como El topo o Guaypaut constituyen un aviso muy claro. Sean prudentes, por favor. Si no pueden desengancharse, intenten consumir dosis mínimas. Éste es un consejo genérico, no extensible a los patronos que proyecten despidos o sacrificios salariales. A ellos sí les pediría que dedicaran tiempo a ver la tele mientras reflexionan, antes de tomar una decisión definitiva. Tal vez ese rato les convenza de que existen soluciones alternativas y menos traumáticas. Si es así, estupendo. Si no, sentirán que al menos han sufrido un ratito y aliviarán hipotéticos remordimientos.
Condolencias, cómo no, a Luis Bárcenas, tesorero del PP. Parece que Bárcenas es el único español mayor de edad que aún cree en la inocencia de Bárcenas. Señor mío, no sé quién ha organizado esa estrategia suya de resistir a toda costa (podríamos sospechar de Federico Trillo) y no puedo decir que le acompañe en el sentimiento, pero tiendo a simpatizar con las causas perdidas. Las condolencias son para cuando sus compañeros de partido nieguen haberle conocido.
No me siento capaz de expresar condolencias a las víctimas de la crisis. Yo aún tengo un empleo y un sueldo. El paro es como el cáncer: sólo un concepto abstracto, hasta que lo sufres.
Del Gobierno ya hablaremos a la vuelta, si aún hay Gobierno. Y si aún hay periódico. Me voy de vacaciones. Hasta luego.
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