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OPINIÓN
Columna
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Irlanda, por Europa

La crisis económica que atraviesa la isla y el caos reinante entre los opositores al Tratado de Lisboa puede llevar a los irlandeses a votar a favor de la integración en la UE en el próximo referéndum

Timothy Garton Ash

Fue el bardo quien lo ganó". ¿Será ése el juicio de los historiadores a propósito del segundo referéndum de Irlanda sobre el Tratado de Lisboa, previsto para principios de octubre? ¿Será la voz de un poeta la que decida el futuro de Europa?

En una intervención poco frecuente y conmovedora, el mayor poeta vivo de Irlanda, Seamus Heaney, ha hablado abiertamente en favor del "sí" al Tratado de Lisboa y ha elevado el nivel del debate. Heaney, que recuerda el memorable acontecimiento que se produjo hace cinco años en el Phoenix Park de Dublín, cuando la presidencia irlandesa de turno de la UE recibió a 10 nuevos países en la Unión, observa que "el fénix se renovó de la misma forma que la Unión se estaba renovando y sigue necesitando renovarse". En un vídeo grabado para el lanzamiento, el fin de semana pasado, de la nueva campaña "Irlanda por Europa", y antes de leer en voz alta el poema (Beacons at Bealtaine) que escribió en aquella ocasión, Heaney dice: "Hay muchas razones para ratificar el Tratado de Lisboa, razones que tienen que ver con nuestro bienestar político y económico, pero el poema habla sobre todo de nuestro honor y nuestra identidad como europeos". Y entonces lee sus versos, que incluyen esta gran frase: "Moved los labios, moved las mentes y haced que se enciendan nuevos significados".

Los argumentos del Sinn Fein en contra del tratado son similares a los del Partido Conservador británico
La voz de un poeta irlandés nos recuerda la grandeza de este proyecto que llamamos Unión Europea

No es el tipo de lenguaje que solemos relacionar con el debate europeo, por desgracia. Pero, aunque los poetas sean los "legisladores no reconocidos" de Shelley, sobre todo en patrias del romanticismo como Irlanda y Polonia, las vulgares preocupaciones materiales también tienen mucho que ver. Me dicen en Irlanda que la crisis económica, que ha golpeado aquí con especial dureza, parece ser uno de los principales motivos por los que la opinión pública ha empezado a inclinarse en favor del Tratado de Lisboa. Por mal que estén las cosas, el sentimiento general es que estarían peor si Irlanda no estuviera en la UE y la eurozona. "Irlanda no puede luchar contra las fuerzas económicas mundiales por sí sola; en esta tempestad económica, la UE es su puerto y su refugio"; así expresa el argumento en su página web Generation Yes, una campaña organizada por jóvenes irlandeses proeuropeos.

Además, el Gobierno irlandés ha obtenido firmes garantías sobre muchas de las preocupaciones populares que contribuyeron al "no" del año pasado: los espectros del servicio militar obligatorio y el aborto, la protección de la neutralidad irlandesa y la capacidad del país de fijar tipos fiscales competitivos, para no hablar del hecho de que Irlanda, como todos los demás Estados miembros, conservará su comisario europeo. A diferencia de la última ocasión, parece que esta vez habrá una campaña nacional, bien organizada y no partidista, en favor del "sí". Además del Gobierno de Fianna Fáil, los principales partidos de la oposición, Fine Gael y el Partido Laborista, propugnarán el voto afirmativo.

Mientras tanto, Libertas, la vanguardia de la campaña por el "no" en 2008, se ha derrumbado en medio del caos (un conocido mío irlandés habló en mi nombre con su líder, Decan Ganley, para preguntarle si podíamos entrevistarnos a propósito del nuevo referéndum, pero le dijeron que Ganley, hoy, está concentrado en sus negocios). Aparte de una extraña alianza de la izquierda dura anticapitalista y la derecha católica antiaborto, Sinn Fein parece ser el que se mantiene firme en contra del tratado, con argumentos sobre la soberanía y la independencia que se parecen asombrosamente a los del Partido Conservador británico.

"Da demasiado poder a la UE y reduce nuestra capacidad de impedir decisiones que no beneficien los intereses de Irlanda", decía en 2008 la guía alternativa de Sinn Fein al Tratado de Lisboa. "Otorga 105 poderes más a la UE en asuntos como las relaciones internacionales, la seguridad, el comercio y la política económica. Y en más de 60 de estas áreas perderemos nuestro derecho a impedir leyes que no beneficien nuestros intereses nacionales". Que sustituyan "Irlanda" por "Reino Unido" y lo impriman en la Oficina Central de los Conservadores. Gerry Adams y David Cameron deberían hacer campaña juntos.

No obstante, los organizadores de la incipiente campaña del "sí" no se duermen en los laureles. Esta vez, a la campaña podría perjudicarle, como el año pasado, la asociación con un Gobierno más bien cansado e impopular y un primer ministro nada carismático. En observancia absoluta de una controvertida decisión del tribunal supremo, la televisión y la radio ofrecen el mismo espacio al sí y al no. Además, los votantes irlandeses tienen una alergia muy comprensible a que el resto de Europa les esté empujando a dar la respuesta "acertada". De modo que los demás europeos debemos tener cuidado con lo que decimos y cómo lo decimos, sobre todo, si hablamos con acento británico.

Que quede una cosa clara: lo que decidan los irlandeses depende por completo de ellos. Tienen tanto derecho a decir "no" como tuvieron los franceses, y Nicolas Sarkozy debe dejar de amenazarlos con terribles consecuencias si lo hacen. No obstante, confío en que digan "sí". Es necesario un poeta irlandés para recordarnos la grandeza esencial de este proyecto que llamamos la Unión Europea, en el que unas naciones surgidas en medio de mucha sangre trabajan juntas, libremente, en una comunidad de democracias. No hay más que pasear por el centro de Dublín para recordar la realidad viva que está detrás de esas grandes expresiones: la tienda de ultramarinos polaca (Samo Dobro) situada al lado del pub irlandés (The Metro, establecido en 1861) en Parnell Street, y los jóvenes irlandeses, británicos y polacos que trabajan y viven juntos en pie de igualdad, y cómo esto nos parece lo más normal del mundo. La prosa de la vida cotidiana es casi tan conmovedora como la poesía.

Un poco más difícil de ver es el contexto general: un mundo cada vez menos europeo, configurado por potencias emergentes como China y amenazas mundiales como el cambio climático, en el que incluso los mayores Estados europeos tienen escasas posibilidades de influir a menos que combinemos todas nuestras fuerzas y trabajemos juntos. Pensemos en Irán, por ejemplo. Como es natural, he visto por televisión las imágenes de la represión en Teherán: esos sangrientos martirios individuales, en otro tiempo tan familiares en las calles de Dublín, pero ahora sólo recordados en placas y monumentos. Allí, como antes aquí, está naciendo algo de terrible belleza.

He pensado que me habría gustado estar allí para presenciarlo. Me he preguntado si era posible escribir sobre cualquier otra cosa que no fuera eso. Pero la verdad es que hay relativamente poco que Europa pueda hacer a corto plazo para influir en los sucesos de Irán, aparte de mantener abiertos los canales de comunicación como el servicio persa de la BBC, mediante el cual los iraníes pueden hablar con otros iraníes. Sin embargo, a largo plazo, escribir sobre el futuro de la Unión Europea es también escribir sobre el futuro de Irán. Porque lo más importante que hace el Tratado de Lisboa es crear la maquinaria institucional para una política exterior europea más coordinada y eficaz. No la política en sí, sino la maquinaria. Para crear la política hará falta la voluntad de los Estados miembros soberanos.

A la larga, eso también supondrá una diferencia para Irán. Por el momento, la respuesta de la UE al drama iraní ha estado bastante coordinada, aunque ya ha habido diferencias de énfasis en público entre Gordon Brown, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Entre bastidores existen diferencias estratégicas más profundas, que se agudizarán probablemente si la represión continúa. Y este régimen iraní, con su espalda contra la pared, redoblará sus esfuerzos para abrir brechas, por ejemplo, entre los malvados británicos y los alemanes, posiblemente más "cooperadores", o al menos para reducirnos a una débil política del mínimo común múltiplo. No podemos dejar que suceda eso. Por el bien de Irán, también, el fénix debe renovarse.

www.timothygartonash.com Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

El poeta irlandés Seamus Heaney, firme partidario de ratificar el Tratado de Lisboa.
El poeta irlandés Seamus Heaney, firme partidario de ratificar el Tratado de Lisboa.BERNARDO PÉREZ

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