Murray ve llegada su hora
El tenista británico aspira a conseguir su primer título de Wimbledon uniendo la fuerza a su técnica
Un huracán de cámaras persigue a un tenista tras su entrenamiento. Es Andy Murray, vestido con un jersey de algodón años 50 en homenaje a Fred Perry, el último británico ganador de un torneo del Grand Slam (Estados Unidos, 1936). Sólo un jugador supera a Murray en la lista de favoritos para Wimbledon, Roger Federer, que ayer venció por 7-5, 6-3 y 6-2 al taiwanés Lu Yen-hsun.
El escocés, de 22 años, debuta hoy contra el estadounidense Robert Kendrick. Antes, con la baja de Rafael Nadal en la mente -"su ausencia es una pena"-, comenta a este periódico algo que le tiene impresionado: "El público de París puede ser muy duro. Tienes que mostrar tu mejor comportamiento porque no le gusta que tires la raqueta, que grites. Y, si estás jugando mal, si te están ganando, no te intenta ayudar. Se lanza contra ti".
"Corretja me ayuda a comprender el mejor camino para jugar los puntos con mis armas"
En Wimbledon, a Murray le espera todo lo contrario. "Una atmósfera especial, distinta", dice el tenista, que intenta escapar de la presión pasando la noche fuera de los hoteles oficiales, en su apartamento de Wandsworth, con su novia, Kim, y jugando al golf.
Ésta es la música "especial" que despierta a Murray en Wimbledon tal día como hoy el año pasado. El francés Richard Gasquet quema la pista central con pelotazos de fuego. Murray está con dos sets de desventaja. Algo se remueve entonces en el estómago de la cancha quizás con más historia del mundo. "¡Vamos, Andy; vamos!", le animan las voces de los espectadores. "¡Puedes hacerlo!", le dicen. Dos horas y media después, el sol se oculta tras las nubes y en el claroscuro de los flashes de los fotógrafos destacan tres elementos: Murray victorioso y sus dos bíceps cuadrados de cara el público como señal de fuerza.
"Físicamente, hay diferencias entre entonces y ahora", concede Murray. "Puede que el año pasado estuviera tan en forma como éste a estas alturas, pero no tuve la oportunidad de demostrarlo. Tras perder contra Nadal en los cuartos de final, descansé cuatro semanas y me fui a Miami a entrenarme muy duro, bajo el sol. Fue entonces cuando me puse más fuerte, mejoré la preparación de los puntos, me empecé a mover mejor... Todo mi juego mejoró gracias a eso".
No es un dato menor. Murray será el número dos mundial, a cinco puntos del uno, si gana el torneo. Hoy es un tenista imponente que añade a su completo repertorio una cualidad innata: maestría táctica. "Lo más importante para mí de tener a Àlex Corretja", comenta respecto a su consejero español, con el que habla por teléfono diariamente, "es que sabe qué tipo de tácticas funcionan contra determinados tenistas porque jugó contra muchos de ellos. Me ayuda a comprender el mejor camino para jugar los puntos con mis armas. Sus resultados hacen sus consejos más válidos".
Murray es un tenista volcánico. "Prefiero gritar a tirar la raqueta al suelo", cuenta. Ayer habría pasado un buen rato. Nicolás Almagro ganó por 6-7 (3), 6-7 (7), 7-6 (5), 6-4 y 8-6 al argentino Juan Mónaco tras remontar dos sets y un 3-5. Hubo de todo: protestas al juez de silla, fisioterapeutas, Almagro con los dedos sin sensibilidad, de nuevo la mano derecha en precario... Por haber, hasta hubo un intercambio de impresiones constante. "Me cago en la concha de mi madre", decía Mónaco, que no se creía los dolores del rival. "¿De tu madre o de la mía?", le preguntaba Almagro.
No pasó la cosa a mayores. "A este chico le enseñaron a jugar bien, pero buenos modales parece que no", dijo Mónaco de Almagro. "Aquí está la mano, aquí la inflamación... Yo no me escondo", le contestó el murciano. Mañana le espera el eslovaco Karol Beck, que se deshizo de Feliciano López por 1-6, 7-5, 6-3, 4-6 y 10-8.
Otros resultados: G. García López-A. Calleri (Argentina): 6-2, 6-3 y 6-2. T. Robredo-L. Gregorc (Eslovaquia): 7-6 (4), 6-4, 5-7 y 7-6 (3).
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