_
_
_
_
_
HISTORIAS DE UN TÍO ALTO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un gran jugador de equipo

Pau Gasol ha tenido una media de 19 puntos, 9 rebotes, 2 tapones y 2 asistencias por partido en la fase final de la NBA. Si se hubiera jugado en Europa, estoy seguro de que su media habría sido algo increíble, pero como soy estadounidense, no tengo ni idea de cómo calcularla.

Las estadísticas de Gasol son impresionantes de por sí. Pero sus contribuciones a la base de datos de nba.com difícilmente son la razón de que los Lakers sean los actuales campeones de la NBA. Los Lakers ganaron en gran parte porque Gasol fue capaz de coexistir con Kobe Bryant. La frase anterior no suena como un gran cumplido. Ahora mismo estoy coexistiendo con mis pantalones y no parece que a nadie le emocione especialmente. Pero Bryant es mucho más difícil de tratar que un par de pantalones. Es notorio por su mal humor, propenso al egocentrismo y tiene la personalidad de mi cepillo de dientes. El no pegarle un puñetazo es ya una victoria para cualquier jugador.

Más información
El gigante que conquistó el mundo

Gasol ha llevado esta coexistencia a otro nivel. Bryant y él (y Odom y Fisher y todos esos tíos que estamos realmente hartos de ver en la televisión) se felicitaron el uno al otro, en parte porque Gasol no dejó que su ego se interpusiera en su objetivo de ganar un campeonato. Muchos jugadores con su capacidad y su pedigrí habrían exigido más tiros o se habrían enfadado cuando Bryant lo pasó por alto por 43ª vez consecutiva estando en posición. Gasol, no. Es posible que no lo hiciera porque no fuera realmente consciente de lo que estaba pasando. Para ser sinceros, esa pinta que tiene siempre con la boca abierta no acaba de disuadirme de esa hipótesis. Pero es probable que sea más inteligente que sus expresiones faciales y que sí que entendiera lo que estaba pasando. Y donde otros jugadores se habrían comportado de forma distinta, Gasol lo hizo a la perfección.

Naturalmente, no viene mal el que sea un jugador de baloncesto casi perfecto (para su altura, claro está; no esperaría que ganara a Dwyane Wade en un uno contra uno). Su tiro en suspensión es lo suficientemente bueno como para hacerle peligroso, su capacidad de ver la cancha es sobrenatural y su juego de piernas hace que Kevin McHale añore los días en los que no iba cojeando por un tobillo roto.

Todos sus dones hacen posible la que es su mayor contribución: que es un gran compañero de equipo. Y no voy a decir que ha aprendido a ser un buen compañero de equipo porque es europeo, principalmente porque estoy cansado de atribuiros tantos méritos (y también estoy curándome el corazón roto que me ha partido una europea en concreto, así que su continente y yo no tenemos una buena relación en la actualidad).

Pau Gasol es un gran compañero de equipo porque es un gran jugador de baloncesto. Deberíamos poder decir lo uno sin lo otro; debería significar que un jugador es un gran jugador porque es un gran compañero de equipo. Pero solemos perder de vista esta relación. Olvidamos que el baloncesto es, al fin y al cabo, un juego en el que juegan cinco, no uno. Gasol entiende esto. Y como lo entiende, voy a tener que aguantar un año entero oyendo lo buenos que son los Lakers.

Muchas gracias, Pau.

Visítenme en twitter.com/paulthenshirley.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_