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Crítica:FESTIVAL SÓNAR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sugestión artística a la baja

Mantenerse es un éxito, y eso ha hecho el Sónar en la edición 2009. Apenas 1.000 espectadores menos que el año anterior sitúan los números en unas 74.000 visitas, coronando con el éxito numérico un evento que este año había reducido escenarios y presupuesto. Menos alentador resulta el balance artístico, que era tradicional que se salvase con la letra minúscula del cartel. En la última jornada nocturna fiascos inexplicables como la actuación de Crystal Castles, empachos de sinfonismo gótico con Fever Ray y baños de nostalgia geriátrica como el de Orbital sólo fueron compensados por la imaginación de Animal Collective, el clasicismo gris de Moderat y el incombustible Jeff Mills, aún hoy la apuesta más segura, seria y estable de un festival que a sus 16 años plantea algunas preguntas.

Con problemas de sonido, el vocalista de Crystal Castles atizó con el micro a un empleado

Confirmado el incremento de público low-cost, la rentabilidad artística y económica de una música africana y árabe que abre la vía a las raíces del baile y que, al menos, en los próximos años el festival no corre riesgos presupuestarios, queda una pregunta: ¿por qué envejecen tan mal sus clásicos? Porque la actuación de Orbital fue la de un grupo fuera de lugar tan sólo 12 años después de haberlo ocupado. Con un espectáculo paupérrimo, fiándolo todo a la grosería rítmica y comportándose como señores que se dicen a sí mismos "aún somos jóvenes", el dúo generó sensaciones que los grupos dinosaurios tardan décadas en generar.

Haciendo el puente entre los más nuevos y los más clásicos sólo destacó Animal Collective con un concierto inclasificable. El público no sabía cómo responder ante un grupo cuyas canciones nunca parecen comenzar, aunque en ocasiones prenden, caso de la excelente Daily routine. Más definida y tostón fue la propuesta de Fever Ray, una especie de new age encubierta por pátina gótica neo-folk de pesadísima digestión.

Pero lo más inexplicable ocurrió en el concierto de Crystal Castles. No se oyó. Lo que pareció un problema técnico saboteó la actuación, cuyo sonido se apagaba y conectaba sin explicación aparente. El grupo continuó su actuación pese a que el público bramaba pidiendo sonido. Su vocalista acabó atizando con el micro a un empleado de seguridad, poniendo así el broche a una noche marcada por grupos que envejecen mal o no saben crecer.La dirección de Sónar declinó responsabilidades y dijo haber recibido las disculpas del management.

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