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Crítica:TEATRO | 'Adulterios'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Comedia adulterada

Woody Allen estrenó Adulterios en el circuito off de Broadway en 1995; es decir, ya se había divorciado de Mia Farrow, o ella de él, por sus relaciones incestuosas con su hija adoptiva y actual esposa, Soon-Yi. Desde luego, sabía de lo que hablaba. La crítica especializada dejó la obra muy bien. The New York Times dijo que era "una obra maestra de la comedia y una joya", y añadió que era "más divertida que cualquiera de sus famosas películas". Bueno, no sé qué decirles, porque a partir del montaje de Verónica Forqué, la verdad es que cuesta -y mucho- llegar a una conclusión tan entusiasta. Si uno hace el esfuerzo de imaginarse los diálogos en inglés y, sobre todo, dichos de otra manera, puede que llegue a sonreír en algún momento, pero poco más. Porque, claro, también hace falta imaginarse otro tempo, otro desarrollo, otro contexto, otros movimientos y otros intérpretes.

ADULTERIOS

ADULTERIOS, de Woody Allen. Versión: Nacho Artime. Dirección: Verónica Forqué. Intérpretes: María Barranco, Miriam Díaz-Aroca, Fermí Herrero, Fernando Acaso, Paloma Bloyd. Escenografía: Andrea d'Orodico. Teatro Apolo. Barcelona, 10 de junio.

La historia tiene voluntad circular: en una noche se descubren y se resuelven una serie de infidelidades entre dos parejas de amigos. Phyllis (María Barranco), una psicóloga casada con Sam (Fernando Acaso) acaba de descubrir que éste está liado con su amiga Carol (Miriam Díaz-Aroca) y que por eso él la ha dejado. Y mientras Phyllis ahoga sus penas en cargados manhattans, recibe a Carol, al marido de ésta, Howard, a Sam y finalmente a una jovencita, Juliet, que es paciente suya.

Nada que objetar sobre la estructura de la obra. El problema está en el montaje: en la dirección de los intérpretes, que construyen unos personajes tremendamente artificiosos y afectados; en cómo éstos se esfuerzan continuamente por provocar la risa, y en su ritmo interno, totalmente anárquico. María Barranco se acerca sólo en ocasiones al carácter de Phyllis, una mujer supuestamente personal, estilosa y potente. Miriam Díaz-Aroca viene a imitar, incluso con su voz, a cualquiera de los personajes que hicieron famosa en el cine a Verónica Forqué, pero en rubio platino, ya saben, esas mujeres ingenuas, por no decir tontas, que de tan cursis hacían gracia. Fernando Acaso es un Don Juan de pacotilla y Fermí Herrero parece lo que Phyllis dice de él, una foca amaestrada. A todo esto, añadan gritos y caídas tontas, agiten durante hora y cuarto, y tendrán los Adulterios de Woody Allen bien adulterados.

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