¿Elegir qué?
Intento concentrarme durante 15 minutos en una sola cadena pero me resulta imposible. La vida debe estar en otra parte. El dedo protesta por obligarle a apretar compulsivamente las teclas del mando a distancia. También descubro que todos se ponen de acuerdo para ofrecer la publicidad al mismo tiempo. Y la programación te parece clónica. Están ofreciendo simultáneamente dos series de médicos, dos de policía científica y forenses sofisticados, dos chillones debates en los que gente en eterna posesión de curro que imagino muy bien pagado (la política implica nómina a perpetuidad si eres obediente) denuncia amargamente la intolerable tragedia de los parados. Por si acaso, a estos nunca les invitan a que den su incendiaria o resignada opinión sobre su angustioso estado. A lo peor, hasta nos quitaban el trabajo a los opinadores profesionales.
La bazofia temática es cansina, pero lo que me pone más nervioso es cada vez que aparecen los ardientes europeístas intentando convencernos de que es cuestión de vida o muerte que les votemos en las elecciones, que los rivales son Lucifer, que el porvenir colectivo está en juego. Veo a Rajoy con un pico y una pala celebrando el Día del Medio Ambiente. La oratoria de Leire Pajín me sonroja, aunque podría tener cierto éxito en los colegios de primaria. Pero hay cantidad de enfervorizados feligreses en los mítines, se besan, se abrazan, rugen consignas, ondean banderas, parecen creer en el futuro.
Un amigo que lleva demasiado tiempo en la puta calle me cuenta que a pesar de la disciplina mental que le impone levantarse todas las mañanas, se siente acorralado por el vacío, que su presente le da vértigo. Por respeto, no se me ocurre preguntarle la estupidez de si va a votar hoy.
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