Con armas desiguales
Andrés Perelló, candidato socialista en las elecciones europeas de hoy, tiene acreditada su aptitud mediática y el necesario desparpajo, arropando estas cualidades con una excelente información y un sólido sentido de la responsabilidad. Con tal bagaje habrían tenido que disputárselo los medios informativos, y la televisión pública valenciana -RTVV- como uno de los principales, en el presunto esfuerzo por explicar e ilustrar a sus audiencias la importancia de estos comicios y las propuestas de los partidos concurrentes. Se trataría de un episodio normal en una democracia adulta.
Pero acontece que este episodio no ha podido darse con normalidad debido a la inmadurez de esta democracia autonómica y al secuestro que ha sufrido el mentado medio televisivo a manos del partido gobernante, decimos del PP. Un secuestro acentuado por la evidente adscripción conservadora de la inmensa mayoría de la prensa, entendida en todas sus variantes, con unas pocas, muy pocas, excepciones digamos liberales que apenas atenúan este desequilibrio mediático que el gobierno de Francisco Camps ha cultivado una legislatura tras otra concediendo licencias, prebendas y viáticos a la gente y empresas de la comunicación de su cuerda política.
En el caso de los socialistas, pues conviene no olvidarlo, ni siquiera requirieron a menudo esta proclividad, les bastaba con que fueran fachas o asimilados, gentes de aquel orden. Y así les ha ido. Ahora apenas tienen quien les escriba y en cambio son clamor los que les ladran en este remedo de berlusconización mediática -como la describe un periodista- en el que la izquierda lucha con armas muy desiguales. Queremos pensar que de algo les habrá valido la experiencia y acaso la contrición para cuando llegue el día en que recobren la Generalitat, ya sea por imperativo cíclico o por acumulación de corrupciones, corruptelas o incompetencias de quienes hoy la tienen como propia y blindada contra la menor requisitoria.
De ahí que estos días pasados haya resultado regocijante -y también un tanto deprimente- que el mentado eurodiputado en ciernes haya tenido que recurrir a un ardid para denunciar los silencios, manipulaciones noticiosas y esperpénticas parcialidades del ente cuando fue convocado por mandato de la Junta Electoral a los platós de Canal 9 para hablar sobre Europa. Bajo los focos y ante las cámaras optó por ciscarse en el formalismo de la entrevista y denunciar las prácticas embaucadoras y sesgadas del tinglado televisivo. ¿Para qué instalarse en los grandes discursos y las sesudas reflexiones sobre la grata fatalidad de una Europa laica, culta, probablemente próspera y más igualitaria cuando aquí, en el País Valenciano, seguimos lastrados por tantas carencias informativas, burdos engaños y rancias discriminaciones franquistas en la TV autonómica? Cosa de ver fue el estupor del entrevistador, como lo sería el de sus jerifaltes, habituados a que nadie rompa en esa casa el guión políticamente correcto.
El episodio, a la postre, no ha sido más que un ilustrativo escarceo, una forma de protesta que habría de alcanzar mayor contundencia. Como sería, por ejemplo, dimitir del Consejo de Administración. ¿Qué hace ahí todavía la izquierda? ¿El paripé? La percepción de unas dietas no compensa el desgaste de una participación que nada fiscaliza y tiene todos los visos del colaboracionismo.
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