_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Me lo digo o me lo callo?

La situación puede ser terrible. Imaginen a una chica de 16 años embarazada muy a su pesar que aborta sin consultar con sus padres. Si lo hace, guardará el secreto probablemente durante muchos años, con las secuelas psicológicas susceptibles de arruinar para siempre sus relaciones con ellos. Si, al contrario, recurre a sus padres, sabe que les dará el disgusto de su vida, porque ellos sabrán al mismo tiempo que su hija ha hecho algo que no debía hacer, o al menos no de ese modo, y que todos, aunque cada uno a su manera, se enfrentan a una situación de muy difícil salida. Claro que nada de todo esto ocurriría si las chicas y los chicos tuvieran tan poco interés por el sexo como por el canibalismo militante. No siendo ese el caso, parece aconsejable planificar algún tipo de medidas. Si es posible, desoyendo los consejos de los clérigos, de quienes tanto chicas como chicos no recibirán sino regañinas, aunque posiblemente algo disimétricas. Al "no haberlo hecho" se unirá el "ahora cargáis con las consecuencias", como si el fin de fiesta de una noche discotequera fuera motivo suficiente para alumbrar una nueva vida. El clérigo se cuidará mucho de informarles de que existen procedimientos eficaces para evitar lo que ellos prefieren inevitable sin necesidad de recurrir a la castidad.

Por otra parte, que viene a ser la misma, según una encuesta fiable un 64 % de consultados rechaza que las menores aborten sin permiso. No sé si en el diseño de esa muestra se ha incluido también a las propias menores. Supongamos que no es así. Lo que resulta chocante, porque si ya valen para estudiar o trabajar, también valen para recabar su opinión sobre un asunto que tanto les concierne. Eso quiere decir que ese 64 % no permitiría que su hija menor abortara sin su permiso. Es más, un amplio porcentaje muy posiblemente no permitiría que lo hiciera de ningún modo. Y si es impensable que una chica de 16 años comunique a sus padres un sábado por la noche que pocas horas después piensa acostarse con un amigo, más lo es que les diga dos meses después que está embarazada, y todavía más que está segura de que lo mejor para ella es interrumpir cuanto antes un proceso no deseado. Como es natural, lo que menos importará en ese momento decisivo es qué cosa percibe ella como lo mejor para su persona y para su amenazado futuro. A fin de cuentas, es demasiado joven para saber qué le conviene. ¿La prueba? Haberse quedado embarazada de un atolondrado o, lo que es peor, de un aprovechado. Así que la chica no sabe del todo lo que se hace, por eso pasa lo que pasa, y aunque el resultado de tanta inconsciencia sea un engorro para todos, mejor aceptar lo que venga que incurrir en desacato a no se sabe bien qué ley divina o vivir en la sospecha de haber contribuido a consumar un acto abominable. Así que puesto que la chica no sabe lo que se hace, sus padres harán como que sí lo saben. Ni una palabra, a todo esto, sobre el atolondrado, aprovechado o enamorado cuya intervención ha resultado ser más decisiva, casi en todo decisiva, de lo que supo anticipar.

Se dirá que los padres, en su mayoría, no están obligados a prever la eventualidad de que sus chicas queden embarazadas sin quererlo, ni de que sus chicos embaracen sin saberlo a las chicas. Y se dirá bien. Siempre que se añada que tampoco están obligados a la racanería a la hora de suministrar información exhaustiva a sus adolescentes sobre tan feliz asunto. Y todavía mejor si se dice y se confirma que las chicas menores de edad pero mayores en tantas otras cosas no requieren del permiso de sus padres para resolver un problema del que depende su destino.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_