Retirada ordenada
Si uno mira hacia atrás, el primer trimestre del año en curso ha sido el más aciago en la mayor parte de las economías de las naciones desde que existen las series estadísticas. La OCDE, que agrupa a los 30 primeros países, retrocedió un 2,1% en tasa intertrimestral y un 4,2% en relación al mismo trimestre de 2008. En España, la caída fue del 1,9% si se compara con el último trimestre del año anterior y de un 3% en términos interanuales.
Si se otea hacia delante, las cosas no son mucho mejores. Los más optimistas sugieren que el segundo trimestre del año, en el que estamos viviendo, no será tan negativo como el primero, pero otros analistas indican a continuación que lo peor se sitúa inmediatamente después del verano. Por lo pronto, dos instituciones como la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) o el Instituto Flores de Lemus, de la Universidad Carlos III, pronostican que la economía española caerá este año un 3,8% (ocho décimas más que la anterior previsión) y un 4,3%, respectivamente.
Si no hubiera habido estímulos fiscales no hablaríamos de recesión sino de depresión y crisis social y política
Estando en medio de la batalla es difícil contemplar el paisaje de devastación que queda. Por ejemplo, en términos de desequilibrios de las cuentas públicas. El déficit y la deuda se han disparado en todos los países con los que España participa en los distintos foros de integración (UE, OCDE...). Según previsiones de la Comisión Europea, en la zona euro el déficit público medio pasará de un 1,9% del PIB en 2008 al 5,3% en el año actual y al 6,5% en 2010. En cuanto a la deuda pública, la evolución es también espectacular: 69,3% del PIB hace un año, 77,7% ahora y 83,8% en el próximo ejercicio. Y las medias, como se sabe, ocultan realidades más lacerantes: España, que venía de un superávit público del 2,2% en 2007, pasó a un 3,8% de déficit en 2008 y se prevé (siendo conservadores) que en el año en curso llegue al 8,6% y casi al 10% en 2010. En cuanto a la deuda, habrá crecido más de 22 puntos del PIB entre 2008 y 2010 (del 39,5% al 62,3%).
Es muy probable, casi seguro, que si las economías no hubieran hecho este gigantesco esfuerzo presupuestario no estaríamos hablando de recesión, sino de depresión, y en vez de crisis económica destacaríamos una crisis social y política. Pero en cuanto surge algún indicador menos malo, por muy volátil que sea, los vigilantes de la vuelta a la normalidad piensan en cómo preparar una retirada ordenada hacia la estabilidad macroeconómica, al cumplimiento flexible del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que obliga a todos los países de la zona euro y a evitar una nueva burbuja, la de la deuda, motivada por las inmensas necesidades de financiación de los países, muchas de ellas con vencimientos muy cortos.
Cuando, la pasada semana, Bill Gross, gestor del mayor fondo de bonos del mundo, especuló con la posibilidad de que EE UU perdiera su máxima calificación crediticia, por sus niveles de déficit y deuda, planteó la magnitud de este problema.
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