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ESPECIAL FERIA DEL LIBRO | ENSAYO

Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos.

Ensayo. Dos características raras posee este ensayo tan excelente como agudo. La primera es que interviene desde el psicoanálisis sobre los problemas de la cultura y de la Historia. Esto no hubiese sorprendido treinta años atrás, pero hoy son escasos los herederos directos de Freud que participan en los debates en torno al pensamiento del siglo XX, a pesar de que él es todavía uno de los autores más citados en filosofía política, crítica cultural y teoría de las artes. La segunda característica tiene que ver con la sutil imbricación de los conceptos psicoanalíticos -rigurosos aunque despojados de tecnicismos- con el devenir histórico.

He aquí el núcleo del ensayo: la perversión, tal como la definió Freud, "no sólo constituye un hecho humano presente en todas las culturas, sino que supone la existencia previa del habla, del lenguaje, del arte, e incluso de un discurso sobre el arte y sobre el sexo". A continuación, el desarrollo histórico: confrontar este lado oscuro con las modalidades de la transgresión, que hace visible lo perverso en todos sus aspectos, individuales o sociales. Desde lo sublime y lo abyecto en la Edad Media, que confinaba la perversión a ciertas prácticas, o en la Ilustración, que con Sade produjo la suma escrita de todas las abominaciones posibles, hasta nuestra modernidad, que en el nazismo invierte los movimientos previos. Entonces la perversión se transforma en criterio y funcionamiento general del Estado: se hace de la ciencia "el instrumento de un goce del mal" que escapa "a toda representación de lo sublime y lo abyecto" y así logra designar colectividades de hombres -judíos, homosexuales, gitanos- como mundo de perversos susceptibles, por ello, de ser reducidos a "restos contables y cosificados".

¿Cómo pensar la perversión tras el colapso del humanismo que supuso Auschwitz? Élisabeth Roudinesco (París, 1944) pasa revista, en el último capítulo, a las principales manifestaciones del rechazo de lo oscuro y del culto a la transparencia de las sociedades occidentales actuales, que normaliza cualquier transgresión con sus obsesiones quirúrgicas respecto de la transexualidad o con la extrema compartimentación de la psiquiatría a través del DSM (el hoy universal manual diagnóstico estadístico de los desórdenes mentales). Roudinesco posee una claridad de exposición que no rebaja nunca el tema ni lo banaliza. De allí que el psicoanálisis no sea para ella un territorio tranquilizante sino una frontera, el lugar incómodo desde el cual sostener un discurso de la cultura que tome en cuenta siempre la subjetividad inconsciente, ese punto de fuga en el que la perversión -nuestro lado oscuro- obliga a reflexionar sobre el cruce insoslayable entre ética y transgresión.

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