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Columna
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Llora, Granada

Justo cuando el granadino Luis García Montero pasea por emisoras de radio y televisión y ocupa páginas y páginas de la prensa escrita con su nuevo libro bajo el brazo, cuando en toda España se aplaude su calidad literaria y humana, Granada parece darle la espalda.

Termina el curso escolar y el catedrático García Montero dice adiós a la Universidad en la que ha enseñado literatura desde hace casi treinta años. Un defensor de lo público se ve forzado a abandonar el espacio público que más quiere: su aula.

Se va ligero de equipaje, aunque con tres docenas de libros escritos al amor de Granada. Desde aquel primer poemario Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn, hasta Mañana no será lo que Dios quiera, una emocionada biografía novelada de su amigo y poeta Ángel González. Poemas y ensayos que engrandecen su obra. Por ellos recibió los premios más prestigiosos del país: Adonais, Loewe, Nacional de Poesía y Nacional de la Crítica.

Resulta inexplicable que alguien con ese currículo tenga que abandonar la docencia en su ciudad natal. Cuando han pasado ya algunos meses del detonante de este divorcio entre Luis y su Universidad, parece más incomprensible y estúpido el motivo que lo provocó: la defensa de García Lorca y Francisco Ayala, tachados de fascistas.

La noticia de aquel desafortunado desenlace judicial provocó una reacción instantánea en toda España. En pocas horas, un manifiesto en apoyo del catedrático era firmado por más de dos mil personas. En unos días se superaban las 10.000 firmas. La autoridad académica permanecía impávida.

Pero esto ya es agua pasada. Luis ha tomado una decisión y hay que respetarla. Son otros quienes deben meditar sobre sus actos. Quienes han de preguntarse por qué son incapaces de aceptar el éxito ajeno.

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En estas tres décadas, García Montero ha contaminado de su amor por la literatura a miles de estudiantes que pasaron por sus aulas, a docenas de miles de personas que leyeron sus poemas, sus ensayos, sus artículos en este periódico, que siguieron sus intervenciones radiofónicas. Es responsable de que una masa ingente de jóvenes se haya aficionado a la poesía. El éxito del Festival Internacional de Poesía Ciudad de Granada es una buena prueba.

Soy uno de los infectados por el virus LGM. Mis viejos profesores de literatura nunca pasaron del bajel pirata de Espronceda. Gracias a Luis, me sumergí en aguas lectoras más profundas. Hoy navego por Completamente viernes o La intimidad de la serpiente sin mareos ni desmayos.

Se va de la Universidad de Granada también no sólo un excelente catedrático, sino un ciudadano ejemplar. Luis podría haber optado por permanecer en su particular nube alumbrando con periodicidad sus versos. Pero no. Se implica y de qué manera.

Lo mismo se le ve en una manifestación en defensa de una escuela pública en Madrid, que marchando junto a los vecinos de Los Pedroches que reivindican una parada de tren. Acude a mesas redondas, conferencias o mítines con el convencimiento de quién sabe que el auténtico intelectual debe estar a la vanguardia de las reivindicaciones sociales.

Otras ciudades se abren a su nueva vida. Por ejemplo, Sevilla: el sábado pasado estuvo firmando su biografía de Ángel González durante una hora en la Feria del Libro. Por ejemplo, Madrid. Esta noche, en el Teatro Español, se estrena un espectáculo de música y poesía. La pianista Rosa Torres-Pardo acompañará al actor José Luis Gómez que recitará seis poemas de García Montero especialmente escritos para este acto que conmemora el centenario de la muerte de Albéniz.

Gómez ha resumido esos versos de García Montero en tres palabras: "Hermosos, inteligentes y elocuentes". Todo eso se pierde la Universidad de Granada. ¿Están ciegos?

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